En esta fecha fray Gabriel Téllez (1583-1648)
fue nombrado comendador del convento de la Merced en Soria, cargo que ejercerá
durante dos años. Así dicho la noticia puede resultar un tanto anodina pero si
decimos que fray Gabriel era escritor y que firmaba con el seudónimo de Tirso
de Molina, la noticia adquiere otro cariz.
Y es que, efectivamente, el genial dramaturgo del siglo de oro era en
esa época ya un reconocido autor de comedias y fue precisamente en estos dos
años cuando se publica la mayor parte de su obra, lo que puede hacernos pensar
que parte de su prolífica obra literaria la escribió en los muros del convento
soriano.
Escribía fundamentalmente comedias al gusto de la época, con enredos,
de costumbres en las que alternaba temas populares con dosis de humor en las
que manifestaba su vasta cultura.
No tenemos la seguridad de que realizase grandes aportaciones al
convento que dirigía pero Nicolás Rabal afirmó que suya fue la responsabilidad
de construir el camarín de la Virgen y las bóvedas de la iglesia, si bien es
posible que su proyecto se quedase en esa fase o que se iniciase y se realizase
muy lentamente pues sabemos con seguridad que las pinturas del camarín -obra de
Juan Zapata, el pintor de las pinturas murales de la capilla de San Saturio-
fueron realizadas entre 1700
a 1704.
En febrero de 1648 fray Gabriel fue llamado por sus superiores a Madrid
a donde partió, probablemente enfermo, pues tuvo que detenerse enseguida, a su
paso por Almazán donde se cobijó en el convento que tenía su orden en la villa.
Allí su estado de salud empeoró. Se calcula que fue el 12 de febrero cuando
murió y fue enterrado en el cementerio monacal.
Alguna vez hemos pensado en la conveniencia de poder identificar la
sepultura del escritor para dotar a Almazán de un atractivo turístico más, pero
después de comprobar lo que ha pasado con los supuestos restos de Cervantes
pensamos que lo más acertado será dejar los restos de Tirso reposar para
siempre.
En la sala Cervantes de la Biblioteca
Nacional se conserva este retrato de Tirso de Molina que, al parecer, se trajo
desde el convento soriano de la Merced por lo que cabe suponer que pudo ser
coetáneo y realizado por alguien que le conoció.
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