viernes, 31 de julio de 2020

31/07/1413: El monasterio jerónimo de Espeja.


Benedicto XIII, el papa Luna, trató de granjearse el favor de su protegido el obispo de Osma, Alfonso Carrillo de Albornoz, y estando en Peñíscola, el 31 de julio 1413, confirmó la fundación que había hecho el Cardenal Frías y sus donaciones, al monasterio de jerónimos de Espeja.

        La somera cita no es que sirva para dar a conocer una gran efeméride pero nos da pie para comentar el glorioso pasado de un importante monasterio prácticamente saqueado, el de Espeja de San Marcelino, que es como se le ha llamado siempre aunque esté más cerca de Guijosa.

        En 1402 y en el entorno de una ermita anterior en la que vivían algunos ermitaños, el cardenal y obispo de Osma don Pedro Fernández de Frías (1379-1410), construyó un monasterio de frailes que fue cedido a la orden de los jerónimos aunque vivió su época de esplendor en el siglo XVI cuando el monasterio quedó bajo la protección de la familia de los Avellaneda que establecieron en la mayor y en una colateral, su capilla funeraria familiar a la que dotaron de suntuosos mausoleos obra de los escultores Felipe de Bigarny y Felipe de Borgoña que hoy se exponen en el Museo de Escultura de Valladolid, y que probablemente fueron los más lujosos sepulcros de la provincia, un simple apunte para intentar comprender lo excepcional de aquella instalación enriquecida con destacadas piezas artísticas (se habla de lienzos de El Greco y piezas de orfebrería fastuosas), riquezas y favores, por esta familia que dispuso de un palacio anexo al presbiterio de la iglesia.

        Las investigaciones realizadas, tampoco tantas, nos lo describen como un gran monasterio dotado de iglesia monumental, un claustro de estilo herreriano para los monjes, otro para la hospedería y aún hay quien apunta otro más, amén de sus instalaciones monacales imprescindibles como cilla, celdas, refectorio, biblioteca, huerta, una farmacia que abastecía de boticas a los habitantes de la comarca…

        El comienzo del fin comenzó con la invasión francesa de 1808, momento en el que los gabachos aprovecharon para llevarse muchas riquezas que empobrecieron el monasterio y expulsaron a los monjes, con lo que el saqueo debió ser ya generalizado, y cuando se acabaron las joyas, siguieron saqueando los muebles, las puertas, las tejas.... En 1820 el cabildo de la catedral de El Burgo de Osma quiso recuperar las piezas robadas y, aunque con algunas lo consiguió, todo estaba ya muy disperso, saqueado o mal vendido. El problema se reagudizó con la desamortización de Mendizábal de 1836 y, en poco tiempo, aquel lujoso monasterio que había sido la envidia de la comarca, desapareció. La iglesia, con sus dos órganos y los fastuosos sepulcros de los Avellaneda, subsistió algún tiempo pero dicen que fue dinamitada al final de la Guerra Civil para impedir que los frailes jerónimos pudieran regresar.

        Hoy apenas queda en pie una parte de la pared del lado de poniente correspondiente al coro y, salvo aquella ruina y los sepulcros que fueron recuperados y trasladados a Valladolid en 1932, nada más queda de aquel magnífico monasterio.

Capilla mayor con retablo de traza atribuida a Giovanni Battista Crescenzi c. 1932.
Imagen JCYL AHPSo 1137, archivo Carrascosa, atribuible a Tiburcio palomar Crespo.


jueves, 30 de julio de 2020

30/07/1566: Honorato Juan de Tristull.


Hoy hablaremos de Honorato Juan, un personaje que en su época fue un reconocido humanista, viajero, filósofo, teólogo, escritor, maestro de reyes…, y obispo de Osma, alguien que tiene en Soria capital dedicada una calle aunque no conozcamos bien qué méritos le reconocen nuestra autoridades para honrarle con esa distinción pues si acaso, de tener más bien tendría deméritos en Soria pues fue uno de los más firmes opositores a las tesis defendidas por los sorianos para que la diócesis se dividiera en dos a favor de la capital.

        Nacido en el seno de una acomodada familia valenciana a comienzos del siglo XVI, viajó por Europa formándose con los mejores intelectuales de la época como Luis Vives o Erasmo de Róterdam, por lo que al poco de su regreso a España en 1530, y tras su correspondiente servicio de armas, fue captado por Carlos I para que se convirtiera en profesor de matemáticas y arquitectura de su hijo, el futuro Felipe II, lo que le permitió conocer a muchos hombres sabios y doctos de todo el mundo que acostumbraban a pulular por la corte imperial. Cuando Felipe accedió a la corona le encomendó también ser el instructor de su hijo el infante Carlos, un individuo con fama de cruel, abyecto y rijoso, de esos con que la familia real nos sorprende de vez en cuando, y del que se ha dicho que murió a manos de su propio padre harto de sus excesos. El muchacho debía ser malo, pero de película, por lo que la fama del preceptor que no lograba meterle en vereda pero que prácticamente era el único al que respetaba, se fue diluyendo entre las críticas y envidias del resto de cortesanos.

        En esos momentos de su vida (1559) quizá fue iluminado o quizá, como apuntan algunos, lo hizo para mejorar las retribuciones económicas que recibía, el caso es que el maestro Honorato decidió ordenarse sacerdote, siendo nombrado en 1564 LIVº obispo de Osma, cargo que compaginó con el de maestro del sádico infante Carlos.

        Al llegar a El Burgo de Osma el obispo Honorato destacó por su gran sabiduría y conocimientos, por lo que impulsó la ordenación del archivo catedralicio y editó el Catecismo oxomense. También realizó obras en el castillo de Osma en cuyos calabozos mandó encerrar a los clérigos o seglares que no le pagaban sus impuestos

        Falleció en El Burgo, el 30 de julio de 1566, y fue sepultado en la capilla del Santo Cristo del Milagro. Su biblioteca particular junto con sus escritos, instrumentos astronómicos y antigüedades, fueron trasladadas a la corte a petición de su discípulo el infante Carlos y, a la muerte de éste, pasaron al monasterio de El Escorial donde se siguen conservando.

Escudo episcopal del obispo Honorato Juan en la portada de “Elogios del Ilustrísimo y eruditísimo varón don Honorato Juan”. Biblioteca Valenciana.


domingo, 26 de julio de 2020

26/07/1152: La iglesia de San Pedro de Soria promociona a colegiata.


En estos mediados del siglo XII, la villa de Soria comenzaba a ser una importante población de un gran interés estratégico, militar, comercial y político, por su situación cerca de la frontera de tres reinos y también por una serie de privilegios que seguían atrayendo población, sin embargo la “capital de la provincia” (por asimilarlo a términos actuales que nos permita entender mejor la situación) seguía siendo Osma, donde se estaba construyendo la catedral y de quien Soria dependía en lo eclesiástico pues allí tenía su sede el obispado.

        Cuatro años antes fue nombrado obispo de la diócesis un personaje del que sólo sabemos que se llamaba Juan y de quien se dice que fue natural de Soria, algo que no se ha podido demostrar documentalmente pero que podría justificar un cierto trato de favor a la entones villa, más o menos relevante, pero que pese a su gran interés carecía incluso de un monasterio, algo vital en aquella época para que una población aspirase a ser importante.

        En este contexto el obispo Juan pidió al concejo de la villa su visto bueno para elevar de rango la ya existente iglesia parroquial de San Pedro que suponemos fuese el templo más destacado de Soria, se convirtiese en colegiata, y allí se instalase una comunidad de canónigos regulares, en unas instalaciones monacales anexas que habrían de construirse.

        El concejo de la villa contestó positivamente, tal día como hoy de 1148, anunciando que: «… con grato deseo y libre voluntad, donamos y concedemos a Dios Omnipotente, a don Juan, obispo de Osma, a Fortunio, prior y canónigos y a todos sus sucesores, para siempre, la iglesia de San Pedro de Soria, libre e ingenua, …, en Villar de Arguijo, tanta cantidad de heredad, cuanta puedan cultivar, en cada año, una pareja de bueyes…» si bien la confirmación definitiva de esta fundación tendría que esperar hasta la aceptación por parte del rey Alfonso VII unos meses más tarde, quien además del visto bueno donó unas casas de su propiedad que había frente a la iglesia, las rentas de Santa María del Villar de Arguijo y la iglesia parroquial de Santa María de Cardejón, con todas su heredades.

Hipotética reconstrucción del aspecto que pudo tener en aquella época la iglesia de San Pedro según un proyecto desarrollado por el Ayuntamiento de Soria y colgado en 2009 en la desaparecida web www.soriavirtual.es


sábado, 25 de julio de 2020

25/07/1988: El Campus de Soria en Los Royales.


En la inauguración del curso universitario del año anterior, el rector de la Universidad de Valladolid Fernando Tejerina solicitó al Ayuntamiento de Soria una superficie de terreno superior a las cuatro hectáreas para construir un campus universitario pues por aquel entonces los estudios universitarios de la ciudad estaban muy dispersos y se pretendía unificarlos en un mismo emplazamiento. Los estudios de Magisterio se desarrollaban en la Escuela que encontraba en la ronda Eloy Sanz Villa, el CUS en el viejo caserón de San Francisco con tres cursos de Medicina y de Filosofía y Letras, los Graduados Sociales en el inmueble municipal de la plaza Mayor donde ahora están los servicios sociales municipales, y la Escuela de Enfermería en el Hospital Institucional, hoy Virgen del Mirón.

        El Ayuntamiento se puso a ello y el pleno municipal del 25 de julio de 1988 acordó la cesión de cuatro hectáreas de terreno en la zona de Los Royales desde las traseras del cuartel de Bomberos, entonces una amplia superficie de tierras rústicas, y como era consciente de ser un espacio un tanto escaso, ofreció también el compromiso de iniciar de inmediato los trámites para la expropiación y reclasificación de las fincas adyacentes que aunque eran propiedad de particulares, y por ahí podría ampliarse.

        Al rector Tejerina aquel espacio le resultaba un poco justo y no se acababa de fiar de la buena fe del consistorio local en lo relativo a las expropiaciones, por lo que no acababa de decidirse y dar el visto bueno a la propuesta ya que, en caso de que aquellas fincas no pudieran expropiarse o sus propietarios reclamasen judicialmente alargando el proceso en los tribunales, el proyecto de construcción del gran campus que tenía en mente se vería comprometido.

        Aquel aparentemente nimio desacuerdo originó al final el mayor lío de la historia reciente de Soria, un desencuentro en el que surgieron nuevos protagonistas como el empresario Emiliano Revilla o el alcalde de Golmayo, y otras propuestas como la de trasladarlo a Las Camaretas, en el terreno que después acabó siendo centro comercial y que llevaba anexo una recalificación de terreno que convirtió a Golmayo en el pueblo más grande de la provincia, todo en medio de unas monumentales broncas internas en el seno del PP, y salpicado con demandas, insultos, reclamaciones, amén de todo el resto de ramificaciones satélites como el asunto del Crandom College, el comité pro-campus o el suministro de agua a Las Camaretas.

        No, definitivamente los orígenes del actual Campus “Duques de Soria” en la zona de Los Pajaritos, no fueron fácil y hoy, pasados los años, con algunos protagonistas fallecidos y los posibles delitos ya prescritos, nos gustaría saber toda la verdad. ¿Será posible?

Vista del sector oeste de la ciudad en las traseras del cuartel de bomberos en 2004 donde se pretendía construir el campus, hoy urbanización correspondiente a las calles León y Zamora.
Autor Alberto Arribas.


viernes, 24 de julio de 2020

24/07/1923: San Juan de Duero se convierte en museo.


San Juan de Duero estuvo ocupado por los frailes sanjuanistas hasta mediados del siglo XVIII cuando sus escasos monjes se quejaban de que el monasterio era pobre y las instalaciones se estaban arruinando por lo que sin tener una fecha exacta, suponemos que se abandonaría por aquel entonces, siendo empleado durante más o menos un siglo para otros usos mucho más prácticos como cuadra o almacén, que era el uso que tenía cuando Gustavo Adolfo Bécquer inició una campaña destinada a evitar su desaparición. Gracias a la labor del poeta y de otros intelectuales como Eduardo Saavedra, el antiguo monasterio se libró in extremis de ser subastado y fue declarado Monumento Nacional en 1882, lo que ya evitó definitivamente la piqueta y su desaparición, aunque la restauración aún tardaría algunos años.


        Sin embargo, los que nos desenvolvemos un poco en el ámbito del patrimonio artístico, sabemos que no basta con una rimbombante declaración formal y una buena restauración pues, a costa de ver muchos ejemplos lamentables, hemos aprendido que para evitar que un edificio valioso desaparezca es fundamental darle contenido o una utilidad.

        En el caso de San Juan de Duero esa utilidad tardó en encontrarse pero cuando ya finalizaron las obras de recuperación y consolidación, las autoridades culturales de la provincia reunidas en torno a la Comisión Provincial de Monumento trataron de buscarle una finalidad. El primero en hacer una propuesta firme fue José Tudela que consideró sería un lugar muy adecuado para albergar la interesante colección epigráfica romana que había disponible en Soria y que no paraba de crecer, algo que contó con la oposición del abad Gómez Santacruz que pretendía dedicar la iglesia al culto pues ese había sido su uso original. Finalmente se aceptó la idea de Tudela y las primeras lápidas se instalaron allí el 24 de julio de 1923, dando así origen a los arcos como el espacio museístico que hoy sigue siendo. Allí se expusieron lápidas y mosaicos romanos hasta bien entrada la década de 1970, y hoy es sede actual de la Sección medieval del Museo Numantino.

Imagen de autor no conocido de los claustros de San Juan de Duero parcialmente arruinados,
fechada c. 1905. Col. particular.


jueves, 23 de julio de 2020

23/07/1813: La plaza que pudo ser y no fue.


Una de las últimas barbaridades cometidas por los franceses poco antes de ser expulsados de la ciudad fue, como represalia a unos ataques que habían sufrido por parte de las tropas españolas, el incendio del entorno de las actuales plazas de Herradores y Marqués del Vadillo, así como de las calles Numancia, Claustrilla y Puertas de Pro. No tenemos una idea concreta pero el destrozo cometido debió ser importante causando incluso alteraciones en el desarrollo de los festejos taurinos de las fiestas, pero aún tendrían que esperar los sorianos algunos años para revertir la situación.


        Tras finalizar la guerra en Soria tocó cerrar heridas y arreglar desperfectos, y entre ellos el qué hacer con toda esa parte de la ciudad, probablemente la mejor zona urbana en la época, por lo que a primeros de julio de ese año el Ayuntamiento encomendó al maestro Dionisio Badiola que ideara un proyecto de reconstrucción del arrabal.

        En dos semanas, el 23 de julio de 1813, Badiola presentó una propuesta de reconstrucción tan radical, diferente e innovadora a lo que había y lo que sigue habiendo hoy, que vale la pena detenerse un poco a analizarlo.

        Badiola propuso partir desde cero, retirar las ruinas y derribar las construcciones que quedasen en ese lugar hasta la actual Mariano Granados para convertirlo en un espacio diáfano en el que construir una plaza de planta cuadrada de unos cincuenta metros de lado, porticada con soportales y cerrada salvo por sus cuatro accesos resueltos en modo de arcos de medio punto orientados a los cuatro puntos cardinales y abiertos en el centro de cada panda, siendo el principal el construido delante de la Puerta del Postigo, y que reafirmaba al Collado como eje fundamental de la ciudad. Esa puerta de la muralla quedaría englobada en el proyecto reconvertida en un túnel abierto a la plaza, un conjunto urbano dotado de una misma homogeneidad arquitectónica que levantaba edificios de dos plantas con viviendas y bajos porticados, posiblemente para usos comerciales, que se extendían por la actual calle Numancia hasta la Tejera

        El resultado sería la clásica plaza Mayor al estilo salmantino o madrileño que todos tenemos en mente aunque de menores dimensiones. No sabemos qué pensaron del proyecto nuestros antepasados, y sólo nos ha trascendido que fue rechazado, aunque no sería raro pensar que la auténtica razón de aquel rechazo sería el elevado coste económico, por lo que al final dispusieron reedificar nuevos edificios en la plaza de Herradores conforme a las mismas alineaciones que tenían anteriormente.

Planos de proyecto de remodelación de Dionisio Badiola (1813) custodiados en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Copia tomada del catálogo de la exposición “Mapas, Planos, Dibujos y Grabados de la provincia de Soria” celebrada en los salones del Archivo Histórico Provincial de Soria durante parte de 1997 y 1998, coordinada por Carlos Álvarez García.


miércoles, 22 de julio de 2020

22/07/1994: Valonsadero zona arqueológica.


Aunque los abrigos rupestres del Monte Valonsadero habían sido protegidos previamente de una forma genérica, específicamente el monte en su conjunto, fue declarado Bien de Interés Cultural con categoría de Zona Arqueológica, según el Decreto 143/1994, que fue publicado en el Boletín Oficial de Estado tal día como hoy de 1994.


        Para los sorianos Valonsadero es sinónimo de fiesta y diversión, de senderismo y aventura, de meriendas veraniegas o de Jueves Lardero. A cada uno su nombre nos evoca un recuerdo bonito, pero seguro que para muy pocos Valonsadero es sobre todo una zona arqueológica importante pues en las paredes rocosas de los abrigos, que no cuevas, de esta dehesa aparecen una gran cantidad de pinturas rupestres esquemáticas que representan motivos realizados con tintas planas rojizas que aprovechando las superficies planas y los volúmenes de la pared rocosa, tratan de representar lo que parecen escenas humanas y animalísticas de pastoreo, de caza, de recolección, de culto al sol o a los astros, y hasta de pastoreo de reses cornúpetas, algo que en ese enclave mágico nos lleva a relacionarlo sin más pruebas que la cercanía física, con el desarrollo actual de las fiestas. Se estima que aquellas pinturas serían realizadas por algún grupo humano del Calcolítico y de la Edad del Bronce.

        Este emplazamiento geográfico fue cruzado por una vía romana en torno a la cual surgió algún pequeño asentamiento rural coetáneo que quizá tuvo continuidad con otros asentamientos cristianos de época medieval, lo que nos demuestra que desde muy antiguo los sorianos ya supieron apreciar las bondades de Valonsadero.

Abrigos rupestres de Valonsadero.
Imagen de autor no conocido, tomada de valonsadero.wordpress.com


martes, 21 de julio de 2020

21/07/1967: Las repoblaciones de pinos de Tierras Altas que sustituyeron a las personas.


Hoy hace 53 años, el Consejo de Ministros aprobó el Decreto 2066/1967 por el que los municipios de Armejún y Villarijo resultaron fusionados o absorbidos por el de San Pedro Manrique, una medida organizativa que más que ser un indicio de la despoblación de la provincia, en este caso fue el resultado de una despoblación forzada que teóricamente planteaba concentrar a los habitantes de Tierras Altas en media docena de pueblos de entre 500 a 700 habitantes para abandonar los restantes y dedicar la tierra al cultivo agrícola, pero sobre todo a especies arbóreas que se pensaban resultarían más rentables, si bien como quedó demostrado, el efecto logrado no fue el esperado. Veámoslo. 

        En la década de 1960, algún ingeniero del Ministerio de Agricultura pensó que agrícolamente, en general la comarca de Tierras Altas de Soria, era poco productiva por lo que ideó un plan para que aquella tierra se destinase mejor a plantar especies arbóreas mucho más rentables a largo plazo, sobre todo para los intereses generales del país. Sus escasos habitantes se verían privados de sus medios de subsistencia tradicionales por lo que tendrían que abandonar sus núcleos de población y emigrar a las cabeceras de comarca más grandes, concentrando los vecinos de casi cuarenta pueblos en tres municipios, cada uno formado por dos pueblos: Santa Cruz de Yanguas + Vizmanos, Yanguas + Villar del Río, San Pedro Manrique + Matasejún.

        De esta forma y al menos en teoría, todo eran ventajas pues los vecinos tendrían que abandonar aquellos pueblos sin apenas servicios básicos con lo que las autoridades se ahorraban tener que llevar los servicios básicos de agua, luz o teléfono, y sería mucho más eficiente hacerlo en esos pueblos más grandes que albergaban mayor población. Aquel plan tan fantástico estaba presupuestado en algo más de 800.000.000 de pesetas (4.800.000 euros) para adquirir terrenos y obras auxiliares, y aunque nunca se llegaron a conocer realmente lo que costó, entre que apenas se invirtió para algún camino y que muchas fincas expropiadas a la fuerza se pagaron tarde y mal, la inversión fue prácticamente nula y sin llegar a producir una rentabilidad económica y mucho menos social.

        Objetivamente parece que el plan pretendía fijar la población de los cuarenta pueblos pequeños que quedaban abandonados en favor de esos seis grandes, ofreciéndoles como medio de subsistencia la explotación forestal de los nuevos bosques y de los pastos, todo en régimen cooperativo. Sin embargo, frente al optimismo de las autoridades se impuso la realidad y los vecinos de Acrijos, Buimanco, Sarnago o El Vallejo, entre otros, acabaron emigrando fuera de la provincia en su mayor parte, y el Estado acabó comprando o nacionalizando muchas parcelas en las que hasta los pinos se resisten a crecer, logrando vaciar prácticamente una comarca que salvo honrosas excepciones, parece muerta para siempre.

        También es posible que aquel plan de reforestaciones, más que provocar una despoblación en realidad lo que hizo fue acelerar un inexorable proceso de abandono del estilo de vida rural pues, algunas poblaciones de la comarca como Santa Cecilia, Verguizas o Villaseca Somera que no estuvieron sujetas a ese plan, están evolucionando casi hasta la total despoblación, aunque tampoco sería descartable que si en vez de abandonar toda una comarca a su suerte se hubiera invertido en mejorar las comunicaciones y las condiciones de vida de sus habitantes, hoy Tierras Altas podría ser un motor económico importante. Nunca lo sabremos.

Iglesia de Sarnago durante una nevada en 2020.
Autor José Mari Carrascosa, tomada de sarnago.com


lunes, 20 de julio de 2020

20/07/19: Oreste Camarca de Blasio (1895-1992).


El BOE de 20 de julio de 1998 publicaba la orden que disponía que, de acuerdo con el equipo directivo del centro formativo, el entonces Conservatorio Elemental de Soria, hoy Conservatorio Profesional de Música de Soria, llevase el nombre del músico “Oreste Camarca”.


        Don Oreste Camarca de Blasio fue uno de esos personajes a quien cuesta referirse sin el título de cortesía pues durante muchos años en Soria se ganó el respeto y cariño de los sorianos.

        Nacido en la población italiana de Ascoli Satriano, en 1895, creció en una familia de diez hermanos, todos ellos educados para la música y el canto por el padre, lo que ya le permitió en su niñez dedicarse profesionalmente a la música como cantante de ópera en la compañía romana Billaud. En aquella ocasión interpretó al personaje Turiddu de Cavalleria Rusticana.

        A los doce años de edad y en un viaje a España, en Santiago de Compostela, conoció al que fue su padrino y mentor, el arquitecto Manuel Hernández y Álvarez Reyero, quien, como consecuencia de su trabajo y tras residir en Cáceres y Cádiz donde Oreste continuó sus estudios musicales, en 1925, acabó destinado como funcionario en la Diputación Provincial de Soria, ciudad a la que se trajo a su ahijado.

        Al llegar a nuestra ciudad se dedicó a la enseñanza y a la composición musical, labores que desarrolló durante varios años en su domicilio de la calle Numancia y después en la calle Doctrina. Sus alumnos le recuerdan como una persona tímida, retraída, casi un místico que no frecuentaba los lugares de esparcimiento públicos y cuya vocación por la música y la docencia era tal que solía ofrecer gratuitamente sus lecciones de música e italiano a los alumnos con menos recursos. Don Oreste fue profesor de destacados músicos como algunos miembros de la familia Ormazábal del Campo, el flautista Álvaro Marías, el pianista Miguel Ángel Muñoz o el violinista Jesús Ángel León…

        Los que le conocieron recuerda que como compositor su obra fue prolífica pero apenas resulta conocida. En 1934 estrenó algunas obras en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y Javier Delgado Encabo en un artículo recogido en mec.es añade «.., una Obertura de concierto, dos Poemas sinfónicos, la Sonata que dedicó a su padrino, la Sinfonía Spagna en La menor, la Sinfonía Alhambra (sin orquestar), Himnos y Gozos dedicados a San Saturio (patrón de la ciudad de Soria), Himnos dedicados a instituciones y colegios sorianos, y varias Canciones, algunas de carácter militar, como la Marcha del Requeté Numancia, y otras de tema religioso, como su Ave María».

        Pero si Oreste fue aquel gran personaje que seguimos recordando hoy, en parte lo fue gracias a la labor menos conocida pero indispensable de su esposa. Fue, el 8 de septiembre de 1948, cuando Oreste se casó con Guillermina Ricci, a quien cariñosamente llamaba Mimina, más que una esposa, una compañera vital con quien compartió vivencias, trabajo y aficiones pues ella misma también impartía clases de música, pero cuyo trascendencia quedó eclipsada por la sombra de su esposo.

        Oreste murió en 1992, y su esposa algunos años después, y, aunque no tuvieron hijos, muchos músicos sorianos que fueron sus discípulos podrían considerarse como tales.

Oreste Camarca, imagen tomada de roble.pntic.mec.es


domingo, 19 de julio de 2020

19/07/2001: Las paelleras gigantes de Ripollés.

Desde el 19 de julio hasta el 20 de agosto de 2001, la ciudad entera y sus alrededores se convirtieron en una galería de arte improvisada en la que el controvertido escultor Joan Ripollés expuso alguna de sus obras en una muestra titulada “Del río a la Dehesa”, una exposición organizada por el Ayuntamiento de Soria entonces gobernado por el tripartito PSOE-ASI-IU, en colaboración con la empresa Azahar que llevaba el mantenimiento de jardines.


        Sin un criterio conocido, según es este peculiar personaje, el escultor Joan Ripollés, instaló quince de sus características estatuas a lo largo y ancho de toda la ciudad, en puntos más o menos habituales como puede ser delante de la Audiencia o en la Dehesa, pero también en otros lugares mucho menos habituales como la entrada a la ermita de San Saturio, el tejado de la Audiencia, o en lo alto de una roca en Valonsadero junto a la Casa del Guarda.

        Como poco, aquella muestra puede calificarse como controvertida y despertó pasiones opuestas a partes iguales entre los que no sabían qué era aquello, entre los que valoraban las piezas pero no el emplazamiento, o entre quienes piensan, todavía hoy, que ha sido la mejor muestra artística que se ha visto en la ciudad en mucho tiempo, algo que probablemente fuera lo que el artista pretendía

        El Ayuntamiento de Soria optó por adquirir una de sus obras, la escultura de un toro que se había colocado originalmente en una peña de Valonsadero y que finalmente se presupuestó en diez millones y medio de pesetas (63.000 euros), de los 25 que costaba al principio.

        La escultura estuvo ahí unos meses pero el siguiente gobierno municipal de Soria, el de Encarna Redondo (PP), no consideró oportuno pagar esa cantidad, una jugada que le salió redonda pues en mayo de 2005 el escultor ofreció su última oferta, venderla por el precio de coste, unos tres millones de pesetas, pero tanto se lo pensaron que cuando se le dio la respuesta positiva rectificó y dijo que no podía venderla por ese precio. Finalmente, y en tanto se continúa negociando, una noche de junio de 2005 sin avisar a nadie, el escultor llevó un camión pluma y retiró la obra de la peña del monte. Hoy esa escultura, en realidad una de ellas pues pertenecía a una serie de quince unidades idénticas, se llevó a Sevilla y Valencia, mientras que otras copias se llevaron a Palma de Mallorca, Castellón y a ciudades de Francia y Holanda donde han pagado por ellas mucho más de lo que él pidió inicialmente.

Toro de Ripollés en Valonsadero. Autor: Alberto Arribas.

sábado, 18 de julio de 2020

18/07/1684: Constitución del marquesado de la Pica.


En la jornada de hoy de 1684, el rey Carlos II otorgó el título de Marqués de la Pica al maestre de campo don Francisco Bravo de Saravia y Ovalle en compensación a los buenos servicios prestados en Chile, como alcalde de la ciudad de Santiago y por su papel en las guerras de Arauco, aunque en realidad más que una concesión cabría considerarlo como una ampliación de categoría pues el citado caballero ya disfrutaba el título de Señor de la Pica que su familia ostentaba al menos desde 1430.


        Francisco Bravo de Saravia y Ovalle fue un criollo soriano perteneciente al linaje de los Salvadores que nació en Santiago de Chile en 1628, lugar donde su abuelo Melchor Bravo de Saravia y Sotomayor, natural de Soria, había emigrado en 1568 para defender los intereses del imperio español en América. Allí, en Santiago de Chile, el abuelo ocupó también destacados cargos políticos que después ocuparon sus descendientes, y también peleó en la Guerra de Arauco, un largo conflicto que se desarrolló entre 1536 a 1772.

        Aunque no lo podamos asegurar, no erraríamos mucho si afirmamos que el citado caballero jamás visitaría sus posesiones sorianas, la casona familiar de la plaza Bernardo Robles que hoy son las aulas de la tercera edad, y La Pica, un despoblado situado entre Aldealpozo y Tajahuerce que resulta uno de los más interesantes y mejor accesibles de la provincia pues la existencia de una buena atalaya medieval ha permitido mejorar su acceso al visitante. De época posterior a la torre sería la iglesia románica de la que apenas quedan algunos restos, como también quedan restos de la gran casona que dicen fue un palacio cuya fachada llevaba un gran escudo heráldico de los Bravo de Saravia que fue arrancado hace pocos años.

En primer plano la casona arruinada y detrás la atalaya medieval. Autor Alberto Arribas.


viernes, 17 de julio de 2020

17/07/1229: Fronteras episcopales.

Las fronteras, los límites y las divisorias, no dejan de ser contornos dibujados sobre una mapa que a menudo poco tienen que ver con la realidad hasta que la oficialidad ordena y separa, levantando barreras físicas que acaban tornándose en barreras mentales, pero que son fundamentales para delimitar un territorio al que algunos consideran su patria.

        Pero no hace falta pensar en relaciones internacionales pues no hay que esforzarse mucho para recordar problemas de linderos entre límites municipales o más sorprendente aún, los históricos problemas surgidos entre delimitaciones episcopales, algo que más que deberse a ver quién tiene más almas encarriladas, parece estar relacionado con el pago de diezmo.

        Tras las repoblaciones cristianas medievales la Iglesia fue organizándose territorialmente basándose en las antiguas divisiones de época visigoda previas a la invasión musulmana, pero teniendo en cuenta también la tradición, la geografía física, el sentido común y hasta los límites entre reinos, lo que produjo no pocas diferencias entre obispos que celebraban concilios que no acataban, entrando en conflictos territoriales a veces de carácter violento, que comúnmente obligaban a intervenir al papa que en su nombre enviaba uno de sus cardenales.

        De uno de esos problemas hablaremos hoy, de los surgidos entre el obispado de Osma y el de Sigüenza que, sin ponerse de acuerdo, tuvieron que recurrir al criterio de un cardenal llamado Halgrim que en tal día como hoy de 1229 estableció los límites entre ambos, firmando el documento que hoy, muchos siglos después, tiene un gran interés histórico pues nos permite documentar y localizar algunos poblados históricos ya desaparecidos como Bulío, entre Fuentelcarro y Tejerizas, Mazarrones, cerca de Borjabad, Trasvieta, cerca de Fuentelcarro, Santa María de Velacha, Bahugas, San Gil de Pedro, Vado del Rey,…, y algunos más que recoge Minguella en el tomo I página 32 de su Historia de la Diócesis de Sigüenza y sus obispos.

Mapa del obispado de Sigüenza en 1781, con buena parte del sur de la provincia de Soria. 
Copia de la Biblioteca Digital del Patrimonio Bibliográfico


jueves, 16 de julio de 2020

16/07/1391: La iglesia de San Miguel en Andaluz, Monumento Histórico-Artístico.


El Boletín Oficial del Estado, de 16 de julio de 1944, publicaba el decreto, de 8 de julio, por el que, de acuerdo con los informes previos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la Comisaría General del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, se declaraba Monumento Histórico-Artístico a la iglesia de San Miguel Arcángel de Andaluz.

        En el camino de la capital a Berlanga y muy cerca de esta última, nos encontramos a pie de carretera con Andaluz, un lugar cuya visita hay que considerar inexcusable para los amantes del arte, del patrimonio y de la Historia pues le sobran argumentos para ello aunque hoy nos centremos únicamente en su iglesia parroquial.
        En lo alto del pueblo aparece la iglesia de San Miguel arcángel, un templo parcialmente modificado por las reformas experimentadas durante siglos, que es uno de los pocos edificios de época románica que podemos datar con seguridad pues en su portada lleva una inscripción conmemorativa que dice que fue construida en 1114 por el maestro Surpiranus.
        De aquella primitiva iglesia románica apenas quedan algunos elementos como la portada y una galería porticada orientada al sur y mantenida parcialmente al poniente, si bien parece que en origen tuvo galería también por el lado norte, algo que, como apuntan los amigos de Arteguías en https://m.arteguias.com/iglesia/andaluz-soria.htm, debió ser algo corriente. La portada se dispone en cinco arquivoltas de medio punto con capiteles iguales dos a dos, decorados con temas antropomorfos y fantásticos, y muy bien conservada al estar cubierta por una fantástica galería porticada formada por diez arcos de medio punto. La galería tiene una puerta de acceso con dos arcos a su derecha y seis a la izquierda, además de otros dos del extremo occidental que se apoyan sobre grandes capiteles y sobre gruesos fustes alternativamente sencillos y cuádruples. Gaya aventura la hipótesis que la galería esté interrumpida y que en el pasado la arquería cubriese también el muro occidental, una hipótesis que parece confirmada por investigaciones arqueológicas recientes ya que se ha encontrado cimentación que pudiera pertenecer a los otros tres arcos de la galería en L y que quizá se extendiese aún más.
        Su interior está totalmente transformado con respecto a la obra original y desarrolla una única nave cubierta con bóveda de lunetos, capilla mayor gótica, de planta cuadrada y cubierta con terceletes sobre pilastras rehechas posteriormente, probablemente en la reforma barroca del siglo XVIII, atribuida a los maestros Domingo de Ondategui y Juan de Sagarvinaga.

        Hacia la mitad de la nave y en el lado de la Epístola aparece la sólida torre de sección cuadrada construida con mampostería y sillar para esquinas, consta de tres cuerpos, tiene seis vanos y fue levantada por el maestro de cantería Miguel Gil en 1644.

Galería porticada de Andaluz según dibujo de Francisco Javier Pérez Herrero “Ferrus”,
en el calendario de librería Las Heras 2015.


miércoles, 15 de julio de 2020

15/07/1930: Los orígenes del campo del San Andrés.


Hace un par de días hablábamos de la familia González de Gregorio, y a un miembro de esa familia debemos también la afición al fútbol en Soria. En efecto, fue Aurelio González de Gregorio el que promovió la fundación del primer club deportivo soriano, el Sport Club Soria, que en 1905 desarrollaba actividades encaminadas a la "atención al moderno sport, llamado lawn tennis y después a toda clase de ejercicios higiénicos, como gimnasia, quitación, etc.", afición que como jugador profesional en el Atlétic Club de Bilbao desarrollaba el soriano Hermenegildo García Verde que, cuando no jugaba, pasaba largas temporadas en su casa de El Royo, y quien algún año después convenció a algunos amigos para comenzar a jugar al fútbol con árbitro, reglas de juego y balón de reglamento, lo que desarrollarían en las eras de Santa Bárbara o en el Alto de la Dehesa, que ya alternaba su uso como paseo y campo deportivo, y que el Ayuntamiento oficializó en 1922 al autorizar que se pintaran líneas y se instalaran porterías, lo que hizo que un partido se incluyera en el programa de fiestas de San Saturio de ese año.

        El problema de alternar fútbol y paseo causó no pocas broncas y quejas al Excelentísimo que, ocho años después, acabó reconociendo que ambos usos simultáneos era algo imposible por lo que el alcalde Juan Brieva Ruiz prohibió jugar allí al fútbol. Pero, tal día como hoy de 1930, dispuso también confeccionar un proyecto para la construcción de un “campo de deportes” muy cerca de allí, concretamente en unos terrenos lindantes con la parte oeste de la Dehesa que eran entonces fincas de labor de propiedad particular, ordenando al arquitecto municipal Ramón Martiarena la redacción del proyecto arquitectónico y del proceso de expropiación, que se calculó en unos 2.500 euros.

        Su desarrollo y construcción se alargó algo más en el tiempo y darían que hablar, pero los primeros pasos de lo que hoy son las instalaciones deportivas del San Andrés ya estaban dados.

Puerta principal de acceso al San Andrés hacia 1946.
Archivo Joaquín Acalde.


martes, 14 de julio de 2020

14/07/1935: Homenaje a Mariano Granados Campos.


Nuestro personaje de hoy nació en Lugo en 1877 y, por el matrimonio de su madre viuda con un soriano, llegó a Soria con veinte años de edad donde se acomodó sin problema, convirtiéndose al poco tiempo en un personaje fundamental de la vida política, social y cultural de la ciudad. Además de ser padre de una prolífica descendencia, que también ha dado nombres ilustres a la ciudad, don Mariano se licenció en Derecho, fue secretario del Ayuntamiento y de la Diputación, presidente del Casino de Numancia, socio de la Sociedad Económica Numantina y de la de Socorros Mutuos, cofundador de la Caja de Ahorros, colaborador en la prensa, escritor, fundador de algunos periódicos…, aunque quizás el rasgo más destacable de don Mariano era el de ser un hombre bueno en el amplio sentido de la palabra.

        La tradición oral recuerda que en su casa los pobres siempre eran bien recibidos con algunas monedas y una amplia sonrisa, y que compraba todos los productos que los sorianos con menos recursos vendían de casa en casa para a continuación dárselos a los más pobres que llamaban después pidiendo comida. Pero ese hombre tenía algo más que le caracterizaba: sus ideas políticas republicanas, algo que en su época era más corriente e inofensivo que ahora, pero que años después de morir le causó no pocos problemas.
        Fallecido en 1914, su memoria no fue olvidada y en 1935 se le prestó el homenaje que merecería haber disfrutado en vida. El 14 de julio de ese año las autoridades municipales decidieron honrarle colocando su busto, obra del escultor soriano Ignacio Lopez, en la glorieta de Bécquer del parque de la Dehesa, y dedicando su nombre a la plaza en la que residió. Aquel lugar se llamaba entonces del Campo, un nombre que se consideraba poco elegante para una plaza que ya era la principal de Soria y que todo el mundo llamaba “del chupete” por la fuente surtidor que había en el centro. Pero nadie quería que ese apodo acabara asentándose definitivamente por lo que se decidió bautizarla con el nombre de algún prócer soriano. Aunque se barajaron otros nombres como el de Nicolás Rabal o Bonifacio Monge, finalmente se decidió que la plaza llevara el nombre de Mariano Granados.
        El busto de don Mariano estuvo apenas un año en la Dehesa. En julio de 1936, algunos analfabetos con fusiles que apoyaban el golpe de estado militar y que no sabían lo que los sorianos sentían por Mariano Granados, sólo acertaron a averiguar que era republicano y por lo tanto enemigo de su causa, por lo que el busto fue fusilado y derribado de su pedestal. Durante muchos años su familia lo guardó casi en secreto y fue repuesto en 1985, pero de esa reposición hablaremos ya otro día.

Busto de Mariano Granados Campos en la Dehesa.