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lunes, 21 de septiembre de 2020

21/09/1739: Orígenes de la Mancomunidad de los 150 pueblos.

En la actualidad y para la mayor parte de los sorianos, el monte es prácticamente sinónimo de campo y de diversión, un lugar destinado al ocio que pertenece a todos -aunque haya muchos privados- por donde paseamos, hacemos deporte o cogemos setas, y ser su dueño comunal o aprovecharse de sus recursos está tan asumido que muchos todavía rehúsan sacarse la licencia para coger setas. Sin embargo en la antigüedad un monte, baldío o el territorio de un despoblado, eran una fuente de recursos fundamental para la sociedad pues permitía los aprovechamientos de caza y pesca, ofrecía pastos, leña, frutos silvestres, madera y piedra para la construcción. Ocio probablemente fuera lo único que no les daba, pero ser dueño o aprovechar sus recursos era algo reservado a un puñado de señores o a sus súbditos bajo condiciones, y a algunos afortunados que vivían en poblaciones de realengo o con montes de su entera propiedad, algo que no era muy frecuente pero que ocurrió el 21 de septiembre de 1739 cuando algunos montes de realengo, propiedad del rey y tradicionalmente aprovechados por los habitantes de la jurisdicción, fueron comprados a la Corona por 130.00 reales y pasaron a pleno dominio y posesión de Soria y su Tierra.

El matiz de “Soria y su Tierra” es fundamental pues bajo el punto de vista actual con una organización territorial en municipios, comarcas o provincias gestionadas por una diputación, cuesta un poco entender el concepto de “Comunidad de Villa y Tierra” que, grosso modo, podríamos entender como una antigua división administrativa comarcal en la que una población adquiría el cariz de lugar principal y a cuyo alrededor había otras poblaciones que administrativamente dependían de la principal en lo político, social y a veces hasta en lo religioso (recordemos las causas del Censo de la Tierra de Soria de 1270).

Bajo esta organización de Villa y Tierra que después evolucionó a la Universidad de la Tierra, les fueron concedidos esos montes a los sorianos de 1739 que vivían en la ciudad o en algunos de los pueblos de la Universidad de forma que, por ejemplo, un vecino de Omeñaca tenía el mismo derecho al beneficio de Pinar Grande que un vecino de Herreros, sin que la cercanía al monte supusiera teóricamente un derecho mayor al disfrute de sus beneficios generales, aunque en la práctica seguro que ningún vecino de Omeñaca iría allí a buscar leña.

El problema surgió en 1837 cuando al desaparecer las tradicionales figuras administrativas de gobierno como los Linajes, el Común, las comunidades de Villa y Tierra, y sus sucesoras, las Universidades de la Tierra, se creó una complicada situación por la propiedad de los montes que habían estado sujetos al aprovechamiento común  entre el Ayuntamiento de Soria, que se consideraba legítimo propietario de los montes comunales y beneficiario de sus aprovechamientos, pues asi había sido desde siempre, y los concejos de las aldeas de la antigua Universidad que entendían que una parte les correspondía también a cada uno.

Finalmente y tras una serie de litigios, disputas y enfrentamientos, los ayuntamientos afectados por haber pertenecido a la antigua Universidad de la Tierra decidieron en 1898 unirse en una organización denominada Mancomunidad de los 150 pueblos que no puso fin a las disputas, lo que ocurriría unos años después, en 1921, con una sentencia ratificada después por el Tribunal Supremo que determinó la propiedad del monte en manos del Ayuntamiento de Soria y de la mancomunidad de los 150 pueblos.

Aquellos enfrentamientos quedaron hace mucho tiempo superados y en la actualidad, el patrimonio territorial de la Mancomunidad y el Ayuntamiento de Soria lo constituyen 13 montes de utilidad pública con una superficie total de 29.071 hectáreas, pero nunca debemos olvidar que para que hoy nosotros nos demos un bucólico paseo, nuestros antepasados tuvieron que defender sus derechos incluso por la fuerza.

Casa de la Tierra en la calle Teatro c. 1930, atribuida a Tiburcio Crespo Palomar, JCYL AHPSo 276, colección archivo Carrascosa.



jueves, 16 de enero de 2020

16/01/1270: El primer censo conocido y accesible es de Soria y cumple 750 años.


Tras la repoblación de Soria por parte de Alfonso I El Batallador en 1109, el territorio se organizó en forma de Comunidad de Villa y Tierra de forma que la villa de Soria, organizada internamente en 35 parroquias o colaciones, quedase como capital o centro administrativo de un gran territorio conocido como la Tierra de Soria y formado por los pueblos que hoy más o menos conforman la Mancomunidad de los 150 pueblos y que grosso modo, podemos decir que se corresponde con el sector central de la actual provincia.
En esa organización la célula principal era la parroquia entendida en un sentido demográfico mucho más amplio que el puramente religioso, pero a cuyo párroco debían los sorianos pagar el inexcusable impuesto religioso conocido como diezmo, generándose así el problema de que, mientras los clérigos de la villa se enriquecían por momentos, los clérigos de los pueblos prácticamente vivían en la indigencia pues sus parroquianos acudían a sus misas en la aldea pero pagaban sus diezmos en Soria. Ante esa situación los párrocos de los pueblos se organizaron casi sindicalmente y plantearon un pleito contra sus compañeros de la villa de Soria reclamando que en la villa pagasen los sorianos y en sus pueblos los aldeanos.

Tal día como hoy de 1270, el obispo oxomense don Agustín trató de dirimir el asunto y convocó las partes para que negociasen una solución. Y para saber exactamente de qué y de cuánto estamos hablando, el obispo pidió al rey castellano Alfonso X que mandase redactar un censo de Soria y su Tierra, que se ha convertido en el primer censo español accesible, apenas un librito escrito en pergamino con letra gótica y guardado en la Real Academia de Historia, pero que incluye una valiosísima información sobre los vecinos de la Tierra de Soria, sus nombres, sus oficios y sus lugares de residencia, algunos despoblados casi desde entonces.
El problema de los clérigos no se solucionó fácilmente, lo veremos, pero sirvió para que se elaborase ese documento que hoy se guarda en la Real Academia de la Historia en lo que no deja de ser un hurto, y de lo que también hablaremos un día. Ha sido estudiado en varias ocasiones por historiadores como Esther Jimeno, Enrique Díez o Máximo Diago, entre otros. Pero, ahora, llamamos la atención para que alguna institución pública dedique un escaso importe económico (menos de lo que cuesta una verbena o poco más que una comisión) y becar a algún investigador que lo analice, estudie y haga accesible al ciudadano toda la información que atesora.

Página 13 del Censo de Soria de 1270