Estos años son
los de máximo esplendor de la institución de los Doce Linajes, época en la que
la nobleza local va adquiriendo cada vez mayor poder, sus miembros se van
enriqueciendo rápidamente y todos ellos agrupados en los Linajes compran un
palacio para sede, construyen un teatro, desarrollan actos caritativos… Es
posible que en este contexto el corregidor de la ciudad temiese que el poder de
esta institución fuese superior al suyo que le otorgaba la corona pues sólo así
se explica la campaña de hostigamiento a la que sometía a la institución de los
Linajes.
Una de las medidas de control impuestas por
el corregidor fue la de exigir su presencia en cada una de las juntas propias
de cada Linaje y sobre todo el órgano máximo de representación de los Doce Linajes,
la Diputación de los Arneses, lo que era causa de queja por parte de las familias
nobiliarias que no entendían qué pintaba el corregidor en sus reuniones
exclusivas, pero el interesado afirmaba que representaba al rey y que podía
hacerlo cuando le viniese en gana por lo que en 1610 dictó un auto insistiendo en impedir las reuniones de
caballeros y diputados sin su licencia y asistencia, bajo pena de 20.000 maravedíes
y 30 días de cárcel.
La Diputación de los Arneses recurrió este auto en la Chancillería de
Valladolid que decidió revocar la orden dada por el corregidor si bien le
reconocía el derecho a estar presente en sus juntas. En lo único que estuvieron
de acuerdo las dos partes era en que la sentencia no les satisfacía por lo que
ambas presentaron los correspondientes recursos y apelaciones. Finalmente y tal
día como hoy de 1611 la Real Chancillería emitió otro acuerdo en el que
ratificaba su sentencia anterior lo que empeoró las relaciones entre las
principales instituciones de la ciudad.
Palacio de los Linajes (Soria) en 1983. Foto en el boletín municipal Plaza Mayor nº 18. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario