04/05/1655: En el pasado,
cualquier templo, parroquia o catedral que quisiera destacar sobre las demás
debía disponer de una buena cantidad de reliquias con las que atraer fieles y, también,
su dinero. Sabido es que aunque para rezar los santos vienen a hacer el mismo
caso ya se haga delante de uno de sus huesos o en la soledad del dormitorio,
antiguamente, y mucho más que ahora se pensaba que las oraciones eran mejor
escuchados desde el Cielo si se hacía una ofrenda. Estas creencias tan cercanas
a la superstición y a la superchería hicieron crecer un mercado de reliquias en
el que todo valía, ya fueran los pelos de la barba de San Cucufate o un diente
de leche del Niño Jesús. Convirtiendo así despojos humanos inclasificables -que
a menudo solían ser de animales- en objetos de culto y veneración.
Una categoría no sé si inferior pero sí diferente de las
reliquias son aquellos objetos cuyo único mérito santificador es el de haber
estado en contacto directo con algún objeto santo, lo que también propició el
tráfico de objetos supuestamente contenidos en la tumba de un mártir, fibras de
las ropas con las que fue amortajada una santa, u otros más curiosos como la
síndones o sábanas santas que no eran sino piezas textiles de un tamaño
idéntico a la original en la que fue envuelto Jesucristo cuyo cuerpo quedó
impreso al resucitar, que se ponían encima de lienzo original el tiempo justo
que duraba una bendición. Esos tejidos después se sometían a un proceso de
pintado en el que algún artista trataba de dibujar las líneas del original que
evocan el cuerpo de Jesucristo.
Pues bien, en tal día como hoy de 1655 se bendijo un
lote de estas sábanas santas pintadas. De esas hubo una en la provincia de
Soria, concretamente en la localidad de La Cuesta, y hablamos en pasado pues de
una forma más que misteriosa inexplicable, esa pieza desapareció del contenedor
que la llevaba en el trayecto de esa localidad a las dependencias del Museo
Diocesano en El Burgo de Osma donde iba a ser guardada.
Ejemplo de síndones pintadas.
Fuente fotografía: “La Sábana Santa” (Ed. EDAF, 2005) de Carmen
Porter.
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