El monte Valonsadero debe ser uno de los lugares que para cualquier soriano merece los adjetivos más elogiosos que conozcamos (ponga cada uno el que quiera), pero reconozcámoslo, la mayor parte no le prestamos más atención que durante las fiestas de San Juan y muchos conocemos solo Cañada Honda, la casa del guarda y poco más; sin embargo para nuestros predecesores este monte era una propiedad comunitaria fundamental ya que proveía pastos, leña, bellota, piedra, caza, pesca… unos intereses que hicieron que los corregidores de la ciudad no quisieran más que apropiar, controlar la explotación del monte y la dehesa, que pertenecía a las instituciones ciudadanas de los Linajes y del Común.
Es
cierto que en algunas ocasiones los corregidores tuvieron que intervenir, más o
menos justificadamente, para impedir la sobrexplotación del monte, el control
de las podas y la distribución de la leña, pero en este año se produjeron unos
incidentes que, más que deberse a posibles daños por una sobreexplotación,
parece que corresponden a un golpe de efecto del corregidor que así pretendía
demostrar que, ni Linajes ni pecheros, el que mandaba en Soria era él.
En
este 1615 y de una forma inesperada, el corregidor de Soria ordenó detener a
uno de los alcaldes de Santiago responsables de la custodia del monte por parte
de los Linajes y le acusó de negligencia en sus funciones en el control de la
explotación de Valonsadero. Conociendo la franca rivalidad entre Linajes y
Común, estamos seguros que estos segundos celebrarían por todo lo alto la
detención del linajudo, al menos hasta que el corregidor ordenó también otras
detenciones, primero, la del alcalde del Común encargado del mismo fin, después
la de todos los trabajadores contratados por las dos instituciones para podar
los árboles y hacer leña, y hasta la de los comisarios que habían dado la orden
de hacer la dicha leña.
Así
pues, con la leña del monte incautada y la cárcel llena de caballeros,
burgueses, menestrales leñadores, y los ingenieros forestales de la época, la
ciudad se encontraría desabastecida de combustible, por lo que, el 2 de
diciembre de este año, los Linajes y el Común se pusieron de acuerdo –lo que ya
constituye algo digno de destacar– para exigir que se les liberara a todos y
que no se obstaculizase la labor de explotación sostenible del monte.
La
falta de otros documentos nos impide conocer exactamente qué pasó para llegar a
esa situación pero por diferentes indicios podríamos pensar con fundamento que
dentro de unos límites, los sorianos estaban acostumbrados a hacer lo que les daba
la gana en sus asuntos de organización social o con sus propiedades comunales,
y que el corregidor, que representaba la máxima autoridad, no estaba dispuesto
a tolerar siquiera a ser cuestionado. Al final no deja ser lo de siempre, que
si el que manda no sabe hacerlo trata de imponerse por las bravas y demostrar
quién es el que la tiene más larga, la cabezonería, vamos.
Puente del Canto del monte Valonsadero hacia 1970, uno de los lugares más accesibles del monte pero aún desconocido para muchos. Colección particular. |
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