Tras la repoblación de Soria por parte de Alfonso I El Batallador
en 1109, el territorio se organizó en forma de Comunidad de Villa y Tierra de
forma que la villa de Soria, organizada internamente en 35 parroquias o
colaciones, quedase como capital o centro administrativo de un gran territorio
conocido como la Tierra de Soria y formado por los pueblos que hoy más o menos
conforman la Mancomunidad de los 150 pueblos y que grosso modo, podemos decir que se corresponde con el sector central
de la actual provincia.
En esa organización la célula principal era la parroquia entendida
en un sentido demográfico mucho más amplio que el puramente religioso, pero a
cuyo párroco debían los sorianos pagar el inexcusable impuesto religioso
conocido como diezmo, generándose así el problema de que, mientras los clérigos
de la villa se enriquecían por momentos, los clérigos de los pueblos
prácticamente vivían en la indigencia pues sus parroquianos acudían a sus misas
en la aldea pero pagaban sus diezmos en Soria. Ante esa situación los párrocos
de los pueblos se organizaron casi sindicalmente y plantearon un pleito contra
sus compañeros de la villa de Soria reclamando que en la villa pagasen los
sorianos y en sus pueblos los aldeanos.
Tal día como hoy de 1270, el obispo oxomense don Agustín trató de
dirimir el asunto y convocó las partes para que negociasen una solución. Y para
saber exactamente de qué y de cuánto estamos hablando, el obispo pidió al rey
castellano Alfonso X que mandase redactar un censo de Soria y su Tierra, que se
ha convertido en el primer censo español accesible, apenas un librito escrito
en pergamino con letra gótica y guardado en la Real Academia de Historia, pero
que incluye una valiosísima información sobre los vecinos de la Tierra de
Soria, sus nombres, sus oficios y sus lugares de residencia, algunos
despoblados casi desde entonces.
El problema de los clérigos no se solucionó fácilmente, lo
veremos, pero sirvió para que se elaborase ese documento que hoy se guarda en
la Real Academia de la Historia en lo que no deja de ser un hurto, y de lo que
también hablaremos un día. Ha sido estudiado en varias ocasiones por
historiadores como Esther Jimeno, Enrique Díez o Máximo Diago, entre otros.
Pero, ahora, llamamos la atención para que alguna institución pública dedique
un escaso importe económico (menos de lo que cuesta una verbena o poco más que
una comisión) y becar a algún investigador que lo analice, estudie y haga
accesible al ciudadano toda la información que atesora.
Página 13 del Censo de Soria de 1270 |
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