miércoles, 16 de diciembre de 2020

17/12/1864: El principio del fin.

Aunque los orígenes de los Doce Linajes son tan legendarios que algún historiador clásico de Soria los sitúa en la Numancia que sitió Escipión (otros creemos que surgieron en el siglo XIV, pero eso lo dejamos para otra ocasión), su final sí que es bien conocido y casi hasta podríamos ponerle la fecha de hoy.

El 17 de diciembre de 1864 se fecha una sentencia del Tribunal Supremo que desestimaba el recurso de casación interpuesto por la Diputación de los Doce Linajes (entonces poco menos que una asociación privada), con lo que ya definitivamente la totalidad del monte Valonsadero pasó a propiedad única del Ayuntamiento de Soria. La sentencia además les condenaba en costas y a devolver todas las rentas percibidas por el monte desde que se emitió la sentencia previa el 18 de agosto de 1860.

En la práctica, esta sentencia contra la que ya no cabía recurso, dejó sin ingresos económicos a los Linajes que ya al año próximo certificó su desaparición al no tener ingresos propios, y tuvo que ceder sus bienes, entre ellos la que fue su casa palacio y que en un primer momento fue destinada a cuartel de la Milicia Nacional y escuela de párvulos. Sin embargo el viejo palacio de los Linajes tenía gran interés y valor para hacer frente a las indemnizaciones que debían abonar, por lo que dos años después los representantes legales de la extinta institución cedieron al Ayuntamiento el uso de la que había sido su casa palacio.

Aquella cesión no fue definitiva, ya lo hemos visto en alguna ocasión, pero fue el primer paso y quizá el más simbólico para que la institución asumiera más que su desaparición, su disolución dentro de todo el pueblo soriano del que siempre había formado parte.

La poderosa institución, que otrora había sido fuerte y orgullosa, y sus caballeros con sus arneses la envidia de Castilla, era ahora una institución formada por caballeros que en buena parte eran sencillos labriegos o ganaderos, humildes ministriles obligados a ganarse el pan con el sudor de su frente, que habían perdido la orgullosa memoria de sus antepasados los cuales habrían preferido morir antes que trabajar. Más por un romántico sentimiento de orgullo genético que por pragmatismo, unos pocos caballeros, con Lorenzo Aguirre al frente, seguían alentando la pervivencia de un estamento ya caduco en 1864, cuando la nobleza de la sangre valía menos que el dinero, y la incipiente burguesía soriana que les había sustituido, soñaba con un ferrocarril a Torralba en el Casino de los Artistas.


Rueda de los Linajes en la Diputación, postal Vistabella hacia 1973.

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