Igual que este año llegaremos a hastiarnos de
los Bécquer, 1905 fue el año de Cervantes pues se celebró por todo lo alto el
tercer centenario de la publicación del Quijote, una efeméride conmemorada con
actos literarios, artísticos, reparto de limosnas a los pobres y presos, así
como misas por su alma y homenajes de todo tipo para honrar la memoria del
escritor.
Uno de los que se organizaron en nuestra
ciudad fue el de cambiar el nombre al parque de la Dehesa que a partir de
entonces pasó a llamarse oficialmente “Alameda de Cervantes”, un rimbombante
nombre que, salvo a efectos administrativos, sólo la llaman así los forasteros
pues ningún soriano de pro lo utiliza y todos seguimos llamándole la Dehesa,
pese a lo que diga la inscripción. Como todo homenaje que se precie, aquella
celebración se haría descubriendo la correspondiente placa conmemorativa. Pero,
había un problema. La entrada al parque era entonces un sencilla portada de
tres accesos siendo el principal poco más que dos pilares de piedra unidos por
un arco de hierro y que no podría sostener un placa de suficiente empaque, por
lo que tal día como hoy de 1905, y en vista de las dificultades técnicas que
había para colocarla allí, nuestros concejales decidieron poner en la entrada
al parque un simple cartel informativo con el nuevo nombre y colocar la placa
honorífica "en la fachada de la Casa Consistorial y sobre el arco central
de la misma", donde persiste más de un siglo después.
Aquella
sencilla portada del parque con su humilde cartel permaneció hasta que fue
sustituida por la actual a finales de 1946 y, aunque habría sido el momento de
reubicar la lápida conmemorativa, las autoridades municipales de la época
decidieron que con mantener el nombre del parque sobre la puerta de acceso ya
se daba suficiente continuidad al homenaje.
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