miércoles, 18 de marzo de 2020

18/03/1371: Privilegios del clero agredeño.


El celibato sacerdotal en la Iglesia Católica no es un dogma de fe, más bien es una norma interna impuesta a quienes voluntariamente quieren ser sacerdotes y dedicarse plenamente al servicio de su comunidad. Originalmente a los primeros sacerdotes no se les exigía renunciar al matrimonio, pero pronto comenzó a ser una situación más que impuesta, aconsejable, hasta que en los concilios de Letrán, siglo XII, se impuso pero con poco rigor. Así, en el medievo castellano y particularmente en la historia propia de la provincia de Soria, abundan las normativas, privilegios o prerrogativas que permitían a los clérigos legitimar a sus descendientes legítimos o que nos insinúan que muchos llevaban esa norma muy relajadamente.
        Uno de estos casos lo comentaremos en el día de hoy. Estando en Sevilla el rey de Castilla Enrique II, el 18 de marzo de 1371, (un tipo que, por mucho rey que fuera, se solidarizaría con los afectados ya que él mismo era bastardo), allí confirmó uno de los privilegios otorgados por su hermano Pedro I unos años antes en el que se contemplaba el derecho de los clérigos agredeños a reconocer como legítimos, con todos los efectos legales, a los hijos que hubieran tenido con mujeres solteras. El matiz del estado civil de la madres es importante pues algunas normas algo posteriores, como los acuerdos tomados en las Cortes de Soria de 1380, sugieren que aunque se consintiera el hecho de que muchos clérigos sin casarse tuvieran hijos, se consideraba escandaloso que los tuvieran con mujeres casadas o prostitutas, prohibiéndose, en estos casos ilegítimos, que pudieran heredar.
        Este problema trató de solucionarse en el Concilio de Trento, a mediados del siglo XVI, imponiendo el celibato obligatorio de los sacerdotes aunque es bien conocido que el problema, más que arreglarse, sólo se ocultó, casi siempre con muy poco éxito. Y es que, por muchos siglos de existencia que llevamos a nuestra espalda, en el fondo el ser humano apenas ha cambiado y sus necesidades siguen siendo las mismas hoy que hace mil años.

Plaza Mayor de Ágreda en 1920.
Foto José Casado, archivo de la familia Arijita, cedida a Tomás Pérez Frías y recogida en su publicación “Fotógrafos y fotografías (Soria 1860-1936)”, Soria 2013, ediciones de la Excma. Diputación Provincial.


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