Hace unos días hablábamos del proceso de
instalación, expulsión y regreso de los frailes carmelitas en Soria, pero hoy
nos extenderemos en las dificultades que experimentaron para materializar su
primera residencia.
Las monjas carmelitas llevaban tiempo
solicitando a sus superiores de la orden que fundase en Soria un sencillo
hospicio, formado por algún sacerdote carmelita, con el fin de que atendiese
sus necesidades espirituales, lo que fue aceptado en 1688 cuando se realizaron
las primeras gestiones para fundar en Soria un monasterio masculino de esta
orden. La ciudad, el cabildo de San Pedro y el de canónigos regulares dieron su
visto bueno a esta nueva fundación, pero no así el resto de monasterios
masculinos de la ciudad cuyos frailes se oponían, probablemente pensando que ya
había mucho gallo para tan poco gallinero.
Los
carmelitas se habían dirigido al obispo de Osma fray Sebastián Arévalo, fraile
franciscano y por lo tanto, cabe suponer que como sus hermanos, poco proclive a
la instalación de más frailes en la ciudad, algo que, más que suponer, debemos
deducir pues el prelado no decía ni que sí ni que no, pero ponía todas las
trabas posibles. Ante su falta de contestación, los carmelitas tuvieron que
solicitar la intervención de las autoridades civiles y la Ciudad trató de
vender la resistencia del obispo solicitando al papa Inocencio XI su
intercesión, que no contestó, y a la reina, que en esos momentos sería la
Mariana de Neoburgo, segunda esposa de Carlos II, que enseguida se posicionó a
favor de esta fundación carmelitana en Soria. Sin embargo el obispo seguía
negándose argumentando que no era él quien ponía pegas, que las ponían el resto
de frailes de la ciudad "por la penuria de los tiempos que podían ser
mayores con el aumento de esta fundación", y seguía dando largas al
proyecto.
Tras
varias gestiones de la reina representada por el consejero García de
Bustamante, el 13 de marzo de este año, éste volvió a enviar otra carta al
obispo Arévalo en la que se zanjaba el asunto informándole que la fundación
carmelita tenía ya el beneplácito del resto de frailes de la ciudad y, sobre
todo, de la reina madre por lo que rogaba al obispo favoreciese su instalación.
Pero no será suficiente y, pese a todo, el obispo siguió dando largas pidiendo
que fuera el propio rey el que lo autorizase, con lo que logró su objetivo de
retrasar la fundación y tuvo que ser un sucesor suyo quien al final lo autorizara,
ya en el siguiente siglo.
Hospicio de los frailes carmelitas desde la torre de los Condes de Gómara en diciembre de 2010. Autor Alberto Arribas. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario