Desde algunos años antes de la construcción
del museo, las excavaciones arqueológicas de Numancia habían permitido sacar a
la luz gran cantidad de piezas antiguas de gran valor lo que originó un
importante problema de espacio y aunque desde el principio se habló de
construir un “Museo de Numancia” en el mismo yacimiento, las valiosísimas
piezas desenterradas se almacenaban en unas condiciones que hoy provocarían que
nos echáramos las manos a la cabeza.
En 1908 se decidió inaugurar, en unas salas
de la Diputación, un primer “Museo Numantino” que más que un museo era una
exposición, casi un almacén repleto de estanterías con objetos dispuestos a la
contemplación del público, y que, ya antes de inaugurarse, se quedó pequeño por
lo que el senador Ramón Benito Aceña se planteó la construcción de un nuevo
edificio. Pero, conociendo como él conocía el problema de los fondos públicos,
particularmente para la cultura, parece que, en 1911, decidió que si quería ese
museo para Soria tendría que pagarlo de su bolsillo.
Tras
estudiar las diferentes posibilidades y emplazamientos, como el de construirlo
en Garray, finalmente decidió hacerlo en la capital, y con planos, memoria y
proyecto bajo el brazo, tal día como hoy de 1913, don Ramón presentó su
proyecto al Ayuntamiento de Soria en el que ofrecía construir a sus expensas un
Museo Numantino, siempre y cuando que el consistorio local cediese una parcela
de 3.480 metros cuadrados en paseo del Espolón.
En
un tiempo récord, ¡al día siguiente!, los miembros del Ayuntamiento de Soria
aceptaron verbalmente el ofrecimiento y, aunque los concejales comenzaron a
poner pegas sobre si era mejor aquí o allá, en esta ocasión reconocieron la
importancia del plan y le dieron el correspondiente trámite, que oficialmente
se aceptó un mes después, iniciándose los trabajos de replanteo del terreno en
junio de ese mismo año.
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