Desde que Íñigo Fernández de Velasco y su esposa María de Tovar fueron nombrados Condestables de Castilla y Duques de Frías, comenzaron un profunda renovación de la villa de su señorío, Berlanga de Duero, iniciando la reconstrucción del Castillo, la construcción de un nuevo palacio para su residencia, y de un nuevo templo digno de su categoría.
Había
por esos años diez parroquias en la villa, una cantidad ya exagerada en ese
momento, y todas de carácter más bien humilde, por lo que consiguieron permiso del
Papa para construir una nueva iglesia dedicada a Santa María del Mercado,
entonces un edificio en las faldas del cerro del Castillo en mal estado, que
sufría muchas humedades, y elevarlo a la categoría de colegiata con un abad al
frente.
Con
objeto de obtener piedra para la construcción del nuevo templo y rentas
suficientes, solicitaron al obispo de Sigüenza, de quien entonces dependía la
villa, permiso para derribar esas diez viejas iglesias, recuperar sus rentas y
beneficios, y unificar todo el servicio pastoral en un único y nuevo templo,
autorización que, en forma de bula, fue firmada tal día como hoy de 1526.
Pocos
días después comenzó el derribo de las viejas iglesias y en unos meses ya se
colocó la primera piedra de la colegiata que fue construida y bendecida en poco
más de cuatro años. Aunque, bien es cierto que el proyecto original de Juan de
Rasines quedó inconcluso ya que ni el claustro ni la segunda torre llegaron a
construirse.
Retablo mayor de la colegiata durante una visita organizada por la Asociación de Amigos del Museo Numantino y guiada por Francisco Javier Domingo Gamarra, autor de la Guía de la Colegiata. Foto: Archivo Asociación. |
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