Hijo del médico de Cirujales, con seis años
de edad fue mandado a Soria a estudiar con su tío, cura párroco de la iglesia
de El Espino. Completó sus estudios de bachillerato en El Burgo y allí cursó
también los de Teología completándolos en Madrid y Valencia. Pero como los hábitos
no le llamaban, a escondidas de su familia logró cursar también los de
Filosofía y Letras, obteniendo, en 1865, el doctorado en esta disciplina y, al
año siguiente y por oposición, la cátedra de Latín del Instituto de Tudela. De
aquí se trasladó a Lorca y, meses después, consiguió la cátedra de Retórica y
Poética del Instituto General y Técnico de Soria, donde llegó a ser director.
En
Soria fijó su residencia y, además de sus ocupaciones profesionales, desarrolló
una amplia vida social como presidente del Casino entre 1880 y 1881, y en 1891.
También fue presidente del Ateneo de Soria en 1884 y, aunque no se tenga la
certeza absoluta, es probable que fuera el autor de las primeras fotografías
conocidas de Soria capital. Discípulo en Madrid de Salmerón, Castelar,
Canalejas o de su paisano Sanz del Río, algunos investigadores han apuntado la
posibilidad de que fuese masón, algo tan difícil de demostrar como
intrascendente pero que no sería raro en una personalidad como la suya a quien
le tocó vivir en una época en la que ser masón era casi una condición social
inherente a los intelectualmente mejor preparados.
Pero
el perfil que más nos interesa de Rabal es la faceta de escritor, y es que,
además de algunas obras dramáticas como “Los Artesanos” o “El lacayo”, escribió
alguna obra de teatro como “La ermita de San Saturio”, una breve comedia en un
acto y verso estrenada en el Coliseo de Soria en 1893, año en la que fue
publicada por El Noticiero de Soria, todas ellas obras prácticamente olvidadas
que quedaron eclipsadas por su labor como historiador. A su pluma se deben
algunos estudios como una “Memoria acerca de algunas antigüedades de la
provincia de Soria”, sus “Informes sobre las ruinas de Termancia”, o sobre una
inscripción romana en Chavaler que fueron publicadas en el Boletín de la Real
Academia de la Historia, y sobre todo su obra “Soria”, una enciclopedia
histórica, geográfica y descriptiva sobre la provincia de Soria publicada en
1889 por la editorial de Daniel Cortezo en sus serie “España: sus monumentos y
arte. Su naturaleza e Historia” que, si bien ni fue la primera ni es la mejor
publicación sobre la provincia, ha logrado encandilar a varias generaciones de
lectores sorianos de los siglos XIX, XX y XXI, y que con este libro han
aprendido a conocer y querer esta tierra que nos vio nacer.
Fallecido
en Soria a los 58 años de edad, el 28 de septiembre de 1898, su nombre está
desde entonces incluido en ese imaginario pabellón de sorianos notables que
tratamos de evocar en esta sección.
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