Aunque la catedral burgense sea uno de los
elementos más característicos de la villa es, sin duda, su monumental torre
campanario, la “Giralda de Castilla” la llamó algún escritor, el elemento más
reconocible de la villa, algo que no ha sido siempre así pues, pese a que la
catedral sea muy antigua, su torre es relativamente reciente, del siglo XVIII.
Anteriormente la catedral también tenía su
torre encima de la capilla del Rosario y, hacia 1729, estaba en tan mal estado que
se decidió construir una nueva. Pero había un problema, el de siempre, que no
había recursos para una nueva por lo que el cabildo de la catedral ideó varias
propuestas y proyectos que siempre resultaban inasumibles y, ante esto, no
tuvieron más remedio que destinar los escasos fondos disponibles para reparar y
parchear la vieja torre.
Algunos
obispos habían prometido costear las obras con su propio bolsillo pero, ante la
envergadura del proyecto que pretendía el cabildo, las cuentas no salían y se
retiraban, logrando en algunos casos enfrentamientos con los canónigos. Y llegó
el momento en el que aquella torre antigua no admitía más reparaciones y acabó
desmoronándose. Era entonces obispo don José Pedro Yáñez de Barnuevo quien se negó a
cooperar con el Cabildo para construir una nueva torre ya que prefería destinar
ese dinero a paliar la gran hambruna que había entonces en el obispado.
El obispo
Yáñez de Barnuevo falleció y fue sustituido por Pedro Agustín de la Cuadra y
Achiga (ascendiente del conocido periodista
recientemente fallecido Miguel de la Cuadra y Salcedo) quien, ajeno a los
problemas anteriores y desconociendo la situación del obispado, entendió que
toda catedral que se precie no podía carecer de torre campanario por lo que,
tras analizar los recursos disponibles, entendió que si quería torre tendría
que pagarla él. Esta decisión la trasladó a los canónigos del Cabildo, tal día
como hoy de 1739, iniciándose las obras pocos meses después, siguiendo los
planos que ya había presentados anteriormente el arquitecto José de la Calle.
La
obra duró muchos años, sobre todo debido a que se acabaron los reales, pero con
la ayuda del propio Pedro Agustín, incluso cuando fue promovido y abandonó El
Burgo, y de sus sucesores, las obras pudieron proseguir, quedando inauguradas
en 1767, y dotada de reloj en 1783.
Torre de la catedral de El Burgo de Osma (Soria). Imagen de Kurt Hielscher publicada en revista “La Esfera” 08/03/1924, de la colección de Tomás Pérez Frías. |
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