El año anterior, el arqueólogo alemán Adolf Schulten había comenzado a excavar en Numancia, pero la falta de acuerdo con los propietarios de las entonces fincas de labor hizo que se volviesen a tapar las excavaciones, lo que, unido a cierto resentimiento chovinista contra el alemán y al hecho de que mandase a Alemania algunas piezas para su mejor estudio, hizo que el asunto de las excavaciones numantinas llegara al Gobierno que tuvo que intervenir quizá más para proteger el honor patrio que el patrimonio histórico.
A finales de marzo de 1906 y por una Real
Orden se decidió que las investigaciones arqueológicas de Numancia se
desarrollaran únicamente desde un organismo creado específicamente para ello,
la Comisión de excavaciones en Numancia, con el fin de “dirigir los trabajos,
estudios y excavaciones para el descubrimiento de las ruinas de la ciudad de
Numancia, así como de la conservación de las ruinas y de los objetos que se
encuentren”, y que estaría formada por dos miembros de la Real Academia de la
Historia (Eduardo Saavedra Moragas y Juan Catalina García López), uno de la de
Bellas Artes de San Fernando (José Ramón Mélida Alinari), tres de la Comisión
de Monumentos de Soria (Teodoro Ramírez Rojas, Mariano Granados Campos y Juan
José García García) y un arquitecto elegido por el propio ministerio (Manuel
Aníbal Álvarez).
La Comisión de Excavaciones de Numancia
quedó formalmente constituida el 1 de mayo de 1906 y, diez días después, se
nombraron los cargos quedando Eduardo Saavedra Moragas, como presidente; Juan
Catalina García, como vicepresidente; Manuel Aníbal Álvarez, como secretario; y
Mariano Granados Campos, como vicesecretario. A partir de esta fecha los
estudios, excavaciones e investigaciones arqueológicas en Numancia se
desarrollaron de forma más o menos interrumpida, pero casi constante, hasta la
actualidad, siendo aquellos primeros hallazgos los que sensibilizaron a los
sorianos de la conveniencia de disponer de un Museo Numantino.
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