Pasado lo más duro de la postguerra y en medio de un innegable desarrollo económico, las autoridades locales y provinciales de todo el país comenzaron a adoptar acuerdos e iniciativas que honraran las bondades del régimen y de su generalísimo, así como a los caídos por Dios y por la Patria.
En Soria, la decisión de construir un
monumento en honor a los caídos se tomó ya en 1940, pero había otras necesidades
más urgentes y aquel proyecto quedó en suspenso. En 1952, un par de semanas
después de la llegada del gobernador civil Luis López Pando -algo que
conociéndole hace suponer que tuvo mucho que ver en el asunto y quien nada más
llegar sustituyó al alcalde Mariano Íñiguez por Eusebio Fernández de Velasco-
el Ayuntamiento soriano se propuso retomar el proyecto de construcción de este
monumento, eligiéndose la ubicación de la plaza de Ramón y Cajal así como la
convocatoria de un concurso público para elegir el mejor.
Finalmente se decidió cambiar su ubicación
al Alto de la Dehesa, donde entones estaba la Fuente de los Leones, y el 18 de
mayo se acordó nombrar ganador del concurso al proyecto presentado por Manuel y
José Romero Aguirre, con un coste de 287.835,45 pesetas, unos 1.750 euros, y que
al final se incrementaron en algo más.
Las obras de construcción comenzaron en
marzo del año siguiente y se programaron de forma que estuvieran listas para su
inauguración, el 19 de noviembre de 1954, en medio de un ceremonial muy al
gusto de la época.
Prácticamente desde su inauguración el
monumento fue abandonado y su lugar empleado para otros usos mucho menos
heroicos pero mucho más humanos. Ya en democracia y por iniciativa del PSOE
municipal, se decidió cambiar la leyenda que llevaba haciendo mención
únicamente a los caídos sublevados de forma que hiciera referencia a los caídos
de los dos bandos, pero aquello no mejoró el entorno que fue degradándose y
convirtiéndose en la zona menos recomendable del parque, por lo que en
noviembre de 2003, y a punto de cumplir cincuenta años, el equipo de gobierno
de la alcaldesa Encarnación Redondo decidió derribar aquel monumento ante la
indiferencia prácticamente generalizada de la ciudadanía que aprobó el derribo.
Curiosamente la única persona que se
lamentó por el derribo fue un anciano, antiguo excombatiente soriano del bando
republicano, que se lamentaba de que aun sucio, en mal estado y pese a haber
sido un símbolo franquista, ya había dejado de serlo y en la práctica era el
lugar donde sentía que se había prestado un mínimo reconocimiento a sus
compañeros republicanos caídos.
Inauguración del monumentos a los caídos del Alto de la Dehesa. Fotograma del NODO, Filmoteca Nacional. |
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