Cuatro años antes las tropas germano-españolas de Carlos V se habían enfrentado en Pavía (Italia) con las francesas del rey Francisco I y contra todo pronóstico, pues lo franceses eran muy superiores, fueron derrotados y el propio rey tomado prisionero, si bien finalmente el Tratado de Madrid (1526) le dejó en libertad a cambio de que sus dos hijos -el delfín o heredero al trono Francisco, que entonces contaba con 8 años de edad, y Enrique, el segundogénito que al final acabó reinando y que tenía entonces 7 años-, fueran enviados a España como garantía del cumplimiento del tratado.
Aquellos rehenes no eran sino prisioneros
de muy alta cuna por lo que el emperador decidió mantenerles en una jaula de
oro, encomendando su cuidado y educación al VIIº Señor de Berlanga don Juan
Fernández de Velasco y Tovar -segundo hijo de Íñigo Fernández de Velasco y
María de Tovar- que debió cumplir muy bien el encargo cobijándolos y
reteniéndolos en un palacio de Berlanga pues, unas semanas antes de liberarlos
el 29 de mayo de 1529, Carlos V le concedió el título de Marqués de Berlanga.
Este don Juan continuará la labor comenzada
por sus padres de ennoblecer la villa berlanguesa con las obras del palacio y
la colegiata, pero detuvo (Domingo Gamarra o. c. página 19) las obras de
reconstrucción del Castillo y, junto con su esposa doña Juana Enríquez,
incorporaron nuevas obras como el hospital de San Antonio o la fundación del
convento de Concepcionistas.
Castillo de Berlanga de Duero desde el jardín del CEINCE, en una visita organizada en 2017 por la Asociación de Amigos del Museo Numantino. Foto Alberto Arribas. |
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