En 1812 los sorianos habían celebrado por todo lo alto la retirada de los franceses de la ciudad y se habían adherido a la famosa Constitución conocida como “La Pepa”, lo que fue motivo de alegría, celebraciones y actos de homenaje como la decisión de bautizar a la plaza Mayor de la ciudad con el nombre de plaza de la Constitución.
En este 1814 los españoles vencieron
definitivamente a Napoleón y con gran alegría y alborozo, recibieron con los
brazos abiertos al rey Fernando VII “el Deseado”, ignorantes de que había sido
tanto o más culpable de traición que su propio padre, y esperaban una época de
bonanza y libertades de la mano de su regio monarca. Pero el rey pronto dio
muestras de que pretendía seguir manejando el país como su propio cortijo,
mandó abolir la Constitución de 1812, disolver las instituciones de gobierno
constitucionales y restableció de nuevo el absolutismo.
Una de las consecuencias menores de esos
cambios promovidos por el rey, a quien ya comenzó a cambiársele el apodo por el
de “Felón”, fue la decisión adoptada hoy de volver a cambiarle el nombre
oficial a la Plaza de la Constitución que volvió a llamarse Plaza Mayor. Unos
años después otra Constitución, la de 1836, hizo que la plaza recuperase ese
nombre, momento en el que se colocó la placa que persiste en la Audiencia bajo
el reloj, pero eso lo dejaremos para otro día.
Vale la pena leer el acuerdo municipal
tomado tal día como hoy de 1814, cuando el concejo de Soria leyó el Real
Decreto dado unos días antes por Fernando VII por el que, además de
justificarse, declaraba nula la Constitución de 1812 y todas las instituciones
surgidas de ellas como los ayuntamientos y diputaciones, disponiendo además que
«En este feliz momento en que el Ayuntamiento tuvo la dicha de oír la suave voz
del más amado de los soberanos, en su debido obedecimiento y cumplimiento, como
a decreto y carta de su legítimo Rey y Señor [SIC] … Que se borre y tilde
completamente la inscripción que contienen las cuatro lápidas de la Plaza Mayor
en que dice Plaza de la Constitución, y se coloque en ellas y al comedio de la
fachada de las salas consistoriales otra que en letras más grandes diga: Plaza
Real».
Ni
aquel cambio, ni el anterior, ni los siguientes se tuvieron en consideración
por parte de los sorianos que siguieron llamando Mayor a su plaza mayor de toda
la vida, como tampoco prosperaron otros intentos de cambiar los nombres
tradicionales del callejero soriano, véase el caso de la plaza de Ramón Benito
Aceña. Todo esto nos lleva a reflexionar si es conveniente que las calles, las
plazas o los hospitales deben llevar nombres relacionados con la política, la
familia real o con movimientos sociales, pero más que eso, nos lleva a pensar
si es conveniente cambiar un nombre tradicional de toda la vida como el de la
plaza de San Esteban, por otro como el de plaza de las Mujeres, un homenaje sin
duda merecidísimo pero que debería haberse puesto en una plaza nueva.
Plaza Mayor de Soria en 2019. Imagen de Carlos Arlegui en Revista de Soria nº 105 (2020). |
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