Alguno de los lujos y privilegios que disfrutamos los sorianos casi al lado de casa son nuestras zonas de paseo junto al Duero o el Castillo, donde se encuentra uno de los mejores parques municipales de la ciudad, aunque no siempre haya tenido esa consideración de parque ni de municipal.
Ya hemos comentado en alguna ocasión que,
al poco de que Durán ordenase la voladura del Castillo, el Ayuntamiento quiso
aprovechar la ruina resultante como cantera de piedra pues considera que el
solar y las ruinas eran de su propiedad, pero se encontró con la oposición del
Gobierno de la nación que consideraba que arruinado o en pie, el castillo era
un edificio militar y el solar un importante lugar estratégico propiedad del
Ministerio de la Guerra, algo que parece insinuar que en algún momento se
valoró la posibilidad de reconstruirlo o de levantar un nuevo cuartel militar.
El Ayuntamiento de Soria se opuso a este
planteamiento y siguió considerándolo suyo, sobre todo ante la pasividad de las
autoridades nacionales que nunca más volvieron a hablar de un posible uso real
del cerro para usos militares, pero que seguían poniendo pegas a un uso
municipal. Esta situación duró más de un
siglo y, aunque el 14 de mayo de 1930 la Dirección General de Propiedades y
Contribución Territorial envió al consistorio soriano una resolución que seguía
insistiendo que la meseta pertenecía al Ministerio de la Guerra y que todo el
cerro seguía siendo monte catalogado de Utilidad Pública, los de Soria nunca lo
tuvieron en consideración e incluso ya habían construido sin permiso un
depósito de aguas (el del Sagrado Corazón) y planteaban construir otro en
terrenos supuestamente militares.
Al cabo de los años el asunto se fue ya
diluyendo y de una forma tácita las administraciones local y ministerial
acabaron reconociendo que, más que interés estratégico, el Castillo tenía un
gran interés paisajístico para los sorianos, y que su ubicación en un alto
junto a la población era el lugar adecuado para situar los depósitos de agua corriente
de la ciudad.
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