Una de las cuestiones
generales que solemos tratar con frecuencia en esta sección es la crítica a
toda aquella acción que de una forma u otra amenaza a la conservación del
patrimonio, y aunque no suele haber muchas efemérides a recordar de carácter
positivo también es de justicia reconocer los aciertos por lo que hoy (¡Ojalá
tuviéramos que hacerlo más a menudo!) queremos comentar unos hechos acaecidos
hace poco tiempo pero que además resultan curiosos pues demuestran que la
rehabilitación y el uso moderno de los monumentos antiguos es posible.
Hasta hace once años
las ruinas de San Nicolás eran eso, unos restos descuidados y mal atendidos cubiertos
de basura entre los que crecía la maleza, pero a la vez esas ruinas eran un
destacado monumento artístico cuyo estado de conservación causaba vergüenza. Un
poco más hacia el centro, la cabecera del templo de la Mayor era también un
corralón tapiado e inaccesible, una huerta abandonada, maloliente y cubierta de
vegetación.
El propietario de
esos lugares, el obispado de Osma, había sido instado en varias ocasiones por
las autoridades municipales para que los adecentase pero la diócesis no tenía
(ni tiene) recursos suficientes para ocuparse del mantenimiento adecuado de la
ingente cantidad de patrimonio que tiene en la provincia.
Finalmente el obispo
Vicente Jiménez y la alcaldesa Encarnación Redondo firmaron un ambicioso acuerdo
de intercambio parcelario que beneficiaba a todas las partes:
- El obispado cedía al municipio las ruinas de San Nicolás con el compromiso de restaurarlas y dedicarlas al desarrollo de actos culturales y a oficina de la asociación de vecinos de San Pedro.
- También cedía la zona exterior del ábside de la iglesia de la Mayor hasta las calles Carbonería y San Gil con la intención de que en ese lugar se instalase el centro de artistas sorianos que entonces planteaba construir el Ayuntamiento.
- En el lote se incluyó el entorno norte de la iglesia de El Espino, un espacio sin utilidad para el uso parroquial pero de gran interés municipal pues se había previsto construir una senda peatonal que desde allí permitiese acceder fácilmente a los peatones evitando el riesgo de ser atropellados.
A cambio el
consistorio cedió una parcela dotacional de quinientos metros cuadrados de
superficie en la zona de la barriada para construir una nueva iglesia parroquial
pues la existente estaba en mal estado, y también otro solar de mil ochocientos
metros en la U-25 entre la avenida Eduardo Saavedra y la calle Virgen de la
Soledad, para construir una nueva parroquia.
Aquel acuerdo
que pasó casi inadvertido supuso un importante cambio para la fisionomía de la
ciudad. Permitió la consolidación de las ruinas de San Nicolás en un proyecto
más o menos acertado pero que ha permitido conservar los restos y darle un uso
cultural. El entorno de la Mayor también fue rehabilitado y aunque “la Casa de
los Artistas” no se llegó a construir, el actual “Rincón de Leonor” es una de
los espacios más frecuentados por el turismo que visita la capital. La
construcción de la senda peatonal hacia el Castillo desde el atrio de la
iglesia de El Espino fue también un acierto que evita muchos riesgos para los
paseantes.
El obispado
construyó un nuevo y moderno complejo parroquial en la Barriada si bien el
solar de Eduardo Saavedra sigue sin construirse. Al parecer, sí se ha previsto
construir un nuevo templo para dar servicio a la zona y que sustituiría a la
iglesia parroquial de San Francisco, propiedad de la Diputación provincial,
pero en tanto el proyecto de rehabilitación del Colegio Universitario siga en
trámite, parece que el obispado seguirá sin construir nada, esperando ofertas
por las parcelas que tiene en San Francisco.
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