En la segunda mitad del siglo XVI hubo en Soria un
rico hacendado y párroco de la desaparecida parroquia de Santiago llamado Diego
Martínez de Tardesillas, miembro del Común de Vecinos que fue hijo y sobrino de
procuradores de esta institución. Pese a sus orígenes pecheros pertenecía a una
familia de hacendados y heredaría una fortuna que haría crecer, decidiendo que
parte de ella la dedicaría a realizar obras de misericordia pero también a
elucubrar ciertas maniobras o favores de índole político de las que tocará
hablar en otra ocasión pero que hoy omitiremos pues queremos reseñar que el 1
de noviembre de este año fundó a su costa un hospital llamado de Santiago
dedicado a la asistencia sanitaria de pobres.
En aquella época en
la ciudad ya había un hospital, el de Santa Isabel, fundado en 1510 por doña
Isabel Rebollo y gestionado con la Cofradía de San Andrés pero más que un
centro sanitario que es lo que hoy identificamos como hospital, el de Santa
Isabel era más bien un centro de asistencia básica a los pobres donde se les
ofrecía cama y comida pero pocos o ningún cuidado sanitario.
La novedad de este
hospital de Santiago (rimbombante nombre para un simple cuartucho de cuatro
camas en el de Santa Isabel) era que sus cuatro plazas estaban dedicadas exclusivamente a la asistencia sanitaria de los pobres que no
pudieran pagarse esos servicios. Además de la cama y la comida, los pacientes
de este servicio recibían atención y cuidados básicos para su cura y
mantenimiento hasta que estuvieran repuestos, debiendo abandonarlas cuando ya
estuvieran sanos, o siguiendo el criterio técnico empleado en esa época para
dar el alta “en ausencia de fiebre o
calentura”. Pero parece que tampoco eran muy estrictos en este sentido.
Teniendo en cuenta lo mucho que costaría restablecer la salud de un enfermo y
las duras condiciones climáticas del invierno soriano, para evitar las recaídas
de los convalecientes se les permitía residir algún tiempo más.
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