Las nuevas disposiciones de Salud Pública emitidas por la corona a comienzos del siglo XIX disponían la obligatoriedad de enterrar los muertos en cementerios en lugar de hacerlo en el interior de los templos, pero ni el pueblo ni las autoridades locales parecían admitir esa disposición que les condenaba a ser enterrados fuera de un recinto sagrado y alejado de los restos de sus ancestros pues en aquellos años el sentido de propiedad de parroquiano y en particular, del lugar de enterramiento familiar, se consideraba casi propiedad privada. Sin embargo la normativa era cada vez más insistente y las autoridades locales, en este caso la del Ayuntamiento de Soria, tuvieron que acatar la orden y en la correspondiente sesión concejil de 29 de agosto de 1806 determinaron que el lugar más conveniente para construir un cementerio público en la ciudad sería la zona del atrio del Espino, más o menos donde ahora se encuentra el Olmo seco.
Las obras, el vallado y poco más, empezaron
despacio y terminaron en un año, inaugurándose la primera inhumación en
septiembre del año siguiente cuando allí fue enterrado un tal Lucas Martín
parroquiano de San Pedro. Sin embargo la mayor parte de las personas seguían
resistiéndose a acatar la orden y seguían produciéndose muchos más
enterramientos dentro de los templos que en el cementerio, una situación que se
alargó algunos años
Atrio de la iglesia de El Espino hacia 1916. Foto del "Portfolio fotográfico de España: Soria" editado por Alberto Martín (Barcelona). |
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