En la antigüedad, era común que ante ciertas necesidades importantes en una población, como acción de gracias o en situaciones como una epidemia, muchos concejos solicitaran la intercesión divina o de un santo, comprometiéndose sus autoridades en nombre propio y de sus sucesores, a que desde ese momento celebraría aquella onomástica de alguna forma especial.
En algunos pueblos de la
provincia aún se siguen celebrando estas fiestas votivas y en Soria existió,
hasta finales del siglo XX, la de San Roque, a la que ya nos hemos referido, y
al menos otra dedicada a San Agustín de Hipona cada 28 de agosto cuyos detalles
generales como origen o motivo desconocemos, pero sí que consistía en una misa
celebrada en la ermita que hoy conocemos como “San Agustín el Viejo” a la que
los canónigos del Cabildo y los representantes del concejo de la ciudad acudían
solemnemente.
Sí sabemos que la celebración de
1554 fue la última celebrada con normalidad pues, pocos días después, las
autoridades municipales solicitaron al obispo de Osma, Álvarez de Acosta, que
conmutase el voto y procesión de San Agustín a la vieja ermita por su
celebración en el convento de Nuestra Señora de Gracia de los padres agustinos con
el argumento de que aquella estaba más retirada, era pequeña y pobre, y
desmotivaba hasta tal punto a los vecinos que no acudían.
El obispo hizo oídos sordos, y
nuestros representantes se vieron obligados a cumplir con la promesa de sus
antecesores, y seguir acudiendo hasta allí, lo que ocurrió hasta 1609 cuando la
ermita acabó arruinada, aunque eso no les eximió de su compromiso moral. Y,
como la imagen titular del santo acabó en la antigua iglesia de la Santísima
Trinidad, fue allí donde cada 28 de agosto se dirigieron nuestras autoridades
para cumplir con la tradición, al menos hasta mediados del siglo XVII cuando por
falta de noticias parece indicar que aquella costumbre había desaparecido.
Antigua parroquia de San Agustín el Viejo, más conocida en el barrio como la Casa de los Gitanos. Autor: Alberto Arribas. |
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