jueves, 27 de agosto de 2020

28/08/1554: Los compromisos de los representantes de los sorianos.

En la antigüedad, era común que ante ciertas necesidades importantes en una población, como acción de gracias o en situaciones como una epidemia, muchos concejos solicitaran la intercesión divina o de un santo, comprometiéndose sus autoridades en nombre propio y de sus sucesores, a que desde ese momento celebraría aquella onomástica de alguna forma especial.

En algunos pueblos de la provincia aún se siguen celebrando estas fiestas votivas y en Soria existió, hasta finales del siglo XX, la de San Roque, a la que ya nos hemos referido, y al menos otra dedicada a San Agustín de Hipona cada 28 de agosto cuyos detalles generales como origen o motivo desconocemos, pero sí que consistía en una misa celebrada en la ermita que hoy conocemos como “San Agustín el Viejo” a la que los canónigos del Cabildo y los representantes del concejo de la ciudad acudían solemnemente.

Sí sabemos que la celebración de 1554 fue la última celebrada con normalidad pues, pocos días después, las autoridades municipales solicitaron al obispo de Osma, Álvarez de Acosta, que conmutase el voto y procesión de San Agustín a la vieja ermita por su celebración en el convento de Nuestra Señora de Gracia de los padres agustinos con el argumento de que aquella estaba más retirada, era pequeña y pobre, y desmotivaba hasta tal punto a los vecinos que no acudían.

El obispo hizo oídos sordos, y nuestros representantes se vieron obligados a cumplir con la promesa de sus antecesores, y seguir acudiendo hasta allí, lo que ocurrió hasta 1609 cuando la ermita acabó arruinada, aunque eso no les eximió de su compromiso moral. Y, como la imagen titular del santo acabó en la antigua iglesia de la Santísima Trinidad, fue allí donde cada 28 de agosto se dirigieron nuestras autoridades para cumplir con la tradición, al menos hasta mediados del siglo XVII cuando por falta de noticias parece indicar que aquella costumbre había desaparecido.

Antigua parroquia de San Agustín el Viejo, más conocida en el barrio como la Casa de los Gitanos. Autor: Alberto Arribas.



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