En la actualidad, la categoría de una población viene dada por el número de habitantes, lo que a su vez determina otros condicionantes como servicios, comunicaciones, variedad de viviendas, comercios, número de representantes políticos,… Con frecuencia estas poblaciones conservan sus catalogaciones anteriores de forma que Madrid, por ejemplo, es hoy la capital del reino, siendo villa, y Osma, una pequeña población, con la categoría de ciudad, pero en la antigüedad no era lo mismo ser aldea, villa o ciudad, y su cambio no lo determinaba el número de centros comerciales sino la decisión del rey o hasta del papa.
La población de Soria surgiría a
comienzos del siglo XII como aldea o quizá ya directamente como villa al ser la
población cabecera de una importante comunidad de villa y tierra aunque la
población más importante en muchos kilómetros a la redonda era, sin duda, Osma
y el burgo surgido en el entorno de la catedral, donde tenía su sede el
obispado y, además, albergaba los restos de un santo, san Pedro de Osma, por lo
que Soria, que ya era sin duda una población importante y puede que con más
vecinos o interés político o estratégico, sentiría algo parecido a la envidia
al creer que sería allí donde tendría que estar al sede del obispado, o mejor,
que Soria con las aldeas de su Tierra se erigiera como sede de un obispo
propio.
En esta situación, allá por la
mitad del siglo XIII, un sacerdote de nombre Agustín fue nombrado obispo de
Osma y aunque nada sepamos de su persona, podemos suponer que sería de Soria o
le tendría una especial querencia pues sus actuaciones no fueron imparciales y
trató de beneficiar a esta población con iniciativas como la de convencer al
rey de Castilla Alfonso X, “el Sabio”, para negociar con el papa Clemente IV la
conversión de la iglesia colegial de San Pedro de Soria en concatedral con la
iglesia de Osma, así como la concesión del título de ciudad para la villa de
Soria, algo que según algunos autores llegó a concederse el 20 de agosto de
1266, pero que no trascendió, pues realmente el paso de villa a ciudad tendrá
que esperar algo más de un siglo y a concatedral no lo fue hasta mediados del
siglo XX.
Entonces, ¿se trata de un error?
Puede ser, pero en cualquier caso de un error malintencionado pues antiguamente
era relativamente frecuente inventarse historias, falsificar documentos o hasta
árboles genealógicos que sirvieran como pruebas o argumentos de proyectos sin
más consistencia que su falsedad. El problema ha sido que aquellos cronicones y
documentos falsos no fueron destruidos y siglos después acabaron siendo
antiguos de verdad, lo que les dio una cierta verosimilitud y aprovechamiento
por personas que por ignorancia o por interés chovinista, los emplearon como
justificación de un pasado glorioso irreal.
Esta reflexión ¿nos recuerda
alguna situación del presente?
Traseras de la concatedral de San Pedro en 2006, el corazón de Soria en el siglo XIII, autor Alberto Arribas. |
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