domingo, 9 de agosto de 2020

09/08/1002: Muerte de Almanzor.


En estos comienzos del siglo XI, probablemente la persona más poderosa, temida y odiada a partes iguales por cristianos y musulmanes de los reinos hispánicos fue el caudillo cordobés Ibn Abi Amir Muhammad Ben Abi Amir, más conocido como Almanzor, “el Victorioso”.

         Nuestro personaje fue político, consejero, diplomático, conspirador. Pero sobre todo fue un guerrero, un formidable soldado sin piedad, incapaz de hace otra cosa que no fuera robar, matar y saquear. Su fortuna era tan incalculable, como el número de sus víctimas. Razón esta por la que los reyes de Navarra y de León, así como el conde de Castilla don Sancho, estuviesen desesperados porque se veían incapaces de detener el avance del cordobés que llegó a profanar la mismísima catedral de Santiago. Sin embargo decidieron pararlo uniendo sus fuerzas y tenderle una emboscada.
         Aquel verano, Almanzor y sus hombres regresaban a Córdoba tras una campaña de saqueo y destrucción por las tierras cristianas del norte peninsular que fue especialmente dramática en el monasterio de San Millán de la Cogolla donde mató a más de doscientos monjes antes de quemarlo.
         La coalición cristiana le seguía de lejos y sabían que tras ese golpe el mejor camino para regresar al sur era descender por Santa Inés y cruzar la Sierra de Cabrejas por Muriel hasta Calatañazor donde los cristianos envolverían al ejército musulmán entre dos flancos y presentarían combate abierto. Los movimientos de los cordobeses fueron los esperados y, cuando el 6 de agosto de este año el ejército de Almanzor rodeó el cerro de Calatañazor y entró por el valle, el rey de Navarra con su ejército desde el lado izquierdo, el conde Sancho García de Castilla por el derecho, y el rey de Navarra al sur, cerrándole el paso del Duero, cayeron sobre las tropas musulmanas. El derrame de sangre fue tal que desde entonces se llama a ese paraje el Valle de la Sangre, lugar donde tuvo lugar una terrible batalla que, aunque no acabó con un claro vencedor, sí hubo perdedores, las víctimas, y entre ellas el propio Almanzor que, más que perder el mítico tambor, perdería la vida unos días después.
         Sus hombres le llevaban en unas parihuelas camino de Medinaceli para que se recuperase de las heridas pero, el 9 de agosto y al pasar cerca de Bordecorex, Almanzor, aquel temible guerrero cuyo nombre inspiraba temor, murió y, conforme a sus deseos, fue envuelto en un sudario confeccionado por sus hijas con una tela que había sido comprada en Damasco con el dinero que le rentaban unas tierras que heredó de su padre, a su alrededor el polvo recogido en cada una todas las batallas en las que había participado, y junto al cadáver también sus armas y su Corán.

         Esa es la historia oficial, unos hechos ocurridos hace ya más de mil años que sirvieron de inspiración a guerreros cristianos muchos siglos después y que entretuvieron los trasnoches de invierno alrededor del hogar, pero que según algunas investigaciones recientes nunca ocurrieron. La figura de Almanzor está bien documentada, y parece que también su muerte y entierro cerca de Medinaceli, pero la épica batalla de Calatañazor dicen que fue fabulada, lo que nos lleva otra vez a pensar si ¿la Historia es lo que pasó realmente o lo que nos han contado?

Castillo de Calatañazor. Autor: Alberto Arribas.

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