Dentro de una semana más o menos, todos los domicilios sorianos recibirán la visita de los cuatro de su cuadrilla y preguntarán si queremos o no entrar en fiestas, algo que, lejos de ser una obligación, es un orgullo, pero no siempre fue así, y el origen de esas visitas lo justificaremos en esta jornada.
Hasta
entonces, y con algún intento de eliminarlo como vimos ayer, todas las familias
sorianas estaban obligadas a entrar en fiestas con el visto bueno de las
autoridades, pero para disgusto de algunos vecinos que entendían que, les
gustasen o no las fiestas, no podía ser obligatorio participar en ellas,
pagarlas y mucho menos ser mayordomo o jurado cuadrillero, que eso no se pagaba
ni con dinero. El problema ya era serio pues, si algún vecino se negaba, el
Ayuntamiento le embargaba. Ante esta situación, un grupo de unos veinte vecinos
se unieron y elevaron un recurso de alzada ante el Gobernador Civil de la
provincia por los bienes que les había embargado el Ayuntamiento, en concepto
de descubiertos de 'Cuadrilla', para forzar el pago de la tajada
correspondiente al año 1883. En dicho recurso se argumentaba la ilegalidad de
que ese pago fuera obligatorio, aunque se hubiera rechazado la entrega de la
citada tajada, ya que dicha obligatoriedad lo convertía en un impuesto para el
que la Corporación municipal no tenía competencias, y las Ordenanzas
municipales, que eran las que imponían dicha obligatoriedad, no podían estar
por encima de las leyes constitucionales.
Con
la ley en la mano al gobernador civil no le quedó más remedio que darles la
razón y remitió al Ayuntamiento un escrito en el que exigía la devolución
inmediata de lo incautado a los recurrentes, instando también a los ediles a
que de forma adecuada convocasen a los vecinos sorianos para que expresasen
voluntariamente su consentimiento "…a la celebración de las fiestas de San
Juan o Madre de Dios, que este Gobierno por ningún concepto trata de impedir,
teniendo por no inscrito en Cuadrilla, ni por lo tanto obligado al desempeño
del cargo de Jurado a todo aquel que excuse su concurrencia personalmente o por
escrito...".
El
Ayuntamiento de Soria presentó recurso ante el Ministro de la Gobernación que,
en tal día como hoy, vino a decir que la entrada en fiestas y el desempeño del
cargo de jurado no podían ser obligatorios y volvió a recurrir. Pero, en tanto
se resolvía dispuso, los jurados debían recorrer todos los domicilios de la
ciudad para que cada vecino diera su parecer sobre si querían fiestas de San
Juan, si las querían como siempre o renovadas con esas novedades, y, aunque de
los dieciséis jurados once rehusaron el cargo, al final todo se arregló mejor
que peor, y hubo, y sigue habiendo, fiestas de San Juan.
Fotografía de la celebración del Catapán de la cuadrilla de la Blanca en la plaza de toros en torno a 1920, atribuible a Tiburcio Crespo Palomar, JCYL AHPSo 224, archivo Carrascosa. |
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