En estos difíciles años para Castilla y
más para su monarca, la corte real solía viajar continuamente de un lado a otro
del reino resolviendo problemas y conociendo la realidad del pueblo, por lo que
constan varias visitas reales en la actual provincia de Soria.
En esta jornada el rey Enrique IV y su
séquito, escaso de tropas y puesta en duda su credibilidad como hombre y
monarca por parte de sus propios súbditos, se encontraba en Ágreda pasando un
momento un tanto apurado y allí recibió al conde de Medinaceli Luis de la Cerda,
cuya fidelidad le era indispensable. Y allí, para dar ejemplo, compensarle por
los favores recibidos y agradecerle su apoyo, el rey le concedió en señorío la
villa de Ágreda.
El
monarca sería consciente de que por esta misma razón los agredeños ya le habían
dado algún disgusto a su abuelo, en 1395, cuando trató de convertirlos en
vasallos de Juan Hurtado de Mendoza y los de Ágreda se rebelaron. Por lo que en
este caso, Manuel Peña García (Historia y Arte de Ágreda... página 78) recuerda
que el rey “intimó bajo severas penas a los vecinos la obediencia.”
Esta
vez parece que los orgullosos agredeños soportaron durante algún tiempo la
decisión real, pero la actitud despótica del conde fue causa de quejas al rey,
lo que a su vez ocasionará otros problemas que al final, con sangre y fuego,
esta vez literal, acabaron pagando los de Ólvega. Pero esa será historia para
otra ocasión.
Postal de la plaza Mayor de Ágreda (Soria) y de la basílica de la Virgen de los Milagros un día de mercado. Hacia 1915. Autor desconocido, colección particular. |
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