Tras superar la correspondiente oposición para catedráticos de Literatura y obtener el segundo puesto, lo que le impidió acceder a la plaza de Salamanca que era su primera opción, el profesor Gerardo Diego Cendoya llegó a Soria y, hoy, hace justo cien años, tomó posesión de su plaza como catedrático en el Instituto de Soria, hospedándose en la pensión del Collado “Las Isidras”, donde coincidió con Gervasio Manrique o Santiago Gómez Santacruz.
Los
sorianos le recuerdan entonces vestido luto riguroso por la reciente muerte de
su madre, y sus alumnos por su gran capacidad de trabajo, su alto nivel de
exigencia y su gran preparación, pero también por su mal genio y su
intolerancia llegando a dejar en evidencia a un alumno que no empleaba bien las
rimas.
Soria
fue su primer destino y pronto se asoció al Casino formando parte de la vida
cultural de la capital y en donde establecerá amistad con José Tudela, Mariano
Granados, Bernabé Herrero,... Allí disfrutaba tocando el piano, participando en
las conferencias del Ateneo e, incluso, llegando a formar parte de un grupo de
teatro cásico con el que ofreció varias representaciones hasta su marcha a
Gijón en 1922, si bien regresó con frecuencia a visitar a sus amigos y durante
algún tiempo continuó siendo colaborador en “La Voz de Soria”.
Como
otros antes y después que él, el paisaje soriano le impactó e inspiró buena
parte de su poemario, destacando en su obra el titulado “Soria Sucedida”.
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