La noticia del exilio voluntario de la familia real, con el consiguiente efecto de la conversión del reino de España en una república, se extendió como la pólvora y ya en la madrugada del día 14 muchas poblaciones comenzaron a izar la bandera tricolor y proclamar espontáneamente en sus municipios la II República Española.
Centrándonos
en el caso de Soria recurriremos a la escasa prensa provincial entonces
existente, pero también a la memoria de sorianos que vivieron y recordaron esos
momentos de su niñez toda su vida. Nos han contado que el lunes 13 y la mañana
del 14 fueron aparentemente normales pero de muchos nervios. Algo se notaba en
el ambiente y en las conversaciones intranquilas de los adultos. Según el
periódico Noticiero de Soria, nº 5.161 de 16/04/1931, la noticia de la
instauración de la República no fue más o menos oficial hasta las cuatro de la
tarde, y se celebró con el cierre del comercio y la industria por declararse
fiesta nacional. La gente se echó a la calle surgiendo una manifestación
encabezada por la banda de música y la bandera tricolor (la tradición oral cree
recordar que era la bandera que guardaba en su casa Juan Antonio Gaya Tovar)
que, al son de las notas de La Marsellesa y de fuegos artificiales, marchó por
el centro, ofreciendo algún discurso, hasta el Ayuntamiento donde algunos
individuos arrojaron por la ventana el retrato del Vizconde de Eza, símbolo en
Soria del régimen anterior.
El
gobernador civil de la provincia, con buen criterio, no se opuso al movimiento
ciudadano y permitió que un grupo de ciudadanos, no bien conocido pero en el
que casi con toda seguridad se encontraba Benito Artigas Arpón, izara la
bandera tricolor en los balcones del Ayuntamiento, momento captado para la
Historia por el fotógrafo Tiburcio Crespo Palomar y que una familia soriana
guardó durante muchos años hasta que se la cedió a nuestro amigo Tomás Pérez
Frías para su publicación.
Nuestras
fuentes nos dicen que fue una jornada de nervios y alegría en la que además de
la banda, los partidarios de la república salieron a la calle a celebrarlo con
gaitas, guitarras o rascando con una cuchara la botella de anís, y que los
niños, que nada entendían, se unieron a esas manifestaciones dando vivas a la
república, lo que oían, o al rey, lo que habían oído, y que los monárquicos se
encerraron nerviosos en sus casas, sin aparente temor a que sus ideas les
causasen un disgusto.
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