martes, 28 de abril de 2020

28/04/1536: Las fiestas de San Juan chocan contra el obispo: "Con la Iglesia hemos topado”.


En los tres años que llevaba dirigiendo la diócesis de Osma, en 1535 el obispo Pedro González Manso (1532-1539) se había dado cuenta de que eso de las fiestas de San Juan de la capital era poco más o menos como las orgías paganas en las que los sorianos y las sorianas cometían tantos excesos y desenfrenos que no había curas suficientes para confesarlos. Ante esta coyuntura se propuso terminar con ese desenfreno y acabó liando al Concejo de la ciudad, Caballeros y Regidores para que elaborasen unas Ordenanzas que evitaran esas y otras tropelías que, sospechamos, fueron añadidas por las autoridades sorianas a la lista del obispo. Una vez elaboradas las ordenanzas fueron ratificadas al año siguiente por la emperatriz Isabel, consorte del emperador Carlos V y Señora de Soria, y tal día como hoy por el obispo.

        Máximo Diago Hernando recuerda que una de las quejas principales de aquel obispo era que los mayordomos obligaban a todos los vecinos -clérigos y legos, pobres y ricos- a abonar los pagos por la organización de las fiestas, por lo que pretendió que esas derramas de dinero fuesen voluntarias. Aquellas reformas además trataron de controlar a las cuadrillas en su faceta festiva por parte del concejo, formado por regidores que eran caballeros de los linajes, y quisieron privar a las cuadrillas de su única fuente regular de ingresos, es decir, las rentas de los tajones de Valonsadero que en adelante se dispuso que fuesen cobradas por el Ayuntamiento para que las destinara al gasto de las fiestas según su criterio. Asimismo, sería esta entidad la encargada de organizar la fiesta y de comprar dos, tres novillos o los que fuese menester para disponer de la suficiente cantidad de carne cocida en la celebración de la comida de caridad del Domingo. En caso de que con esas rentas el Ayuntamiento no tuviese suficiente dinero, el resto se cubriría con cargo de los fondos de bienes de propios del Concejo de Ciudad y Tierra.
        En cuanto a los desenfrenos cometidos, el obispo prohibió los bailes en las calles así como los actos deshonestos dentro de las iglesias en la noche del Sábado al Domingo, momento en el que al parecer, con la excusa de ir a velar la imagen del santo titular, los sorianos y forasteros bailaban y cantaban dentro de las iglesias, además de otras cosas "que no son ni honestas ni decentes".
        Sobra decir que la ciudad, mejor aún el Común, se negó a aceptar esos cambios y prefirieron dejar de celebrar las fiestas antes que aceptar las ordenanzas del obispo, dando largas durante cuatro años y quedando al final todo en suspenso. Lo iremos viendo otros días.

        La única reflexión que se nos ocurre es que si ¿serían aquellas fiestas más divertidas que las actuales?

Imagen del regreso de la Saca hacia 1899.
Fotografía de José Alfonsetti en revista Sol y Sombra, colección Tomás Pérez Frías.


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