A mediados del siglo XVII la ermita del santo patrón estaba en muy malas condiciones, peor que ahora, por lo que argumentando además la lejanía de la ermita y que el mal estado del camino impedía a muchos devotos acercarse a la cueva del santo, a algún iluminado se le ocurrió pensar que lo mejor era construir una nueva, pero en otros emplazamiento, concretamente en San Polo ya que estaba mucho más accesible y en un llano, nada de una roca a media ladera junto a un camino de cabras.
Pues,
dicho y hecho. Tal día como hoy de 1649 Francisco Rodríguez Morales mandaba
desde Madrid la carta en la que comunicaba al concejo de la ciudad que había
realizado los trámites y gestiones adecuados para que Fernando de la Vega y
Acuña, propietario de San Polo, donase los terrenos de esa finca para construir
la nueva ermita a cambio de disponer de una capellanía en la iglesia de San
Sadornil, una parroquia medieval que acabo desapareciendo años después y que
unos sitúan en la tapia del cementerio y otros hacia la calle Betetas.
El
obispo, el cabildo y el concejo, todos estaban a favor del proyecto y hasta
constan algunos gastos que indican que se comenzaron las obras. Pero, o a
alguien le entró el sentido común, o fue uno de los milagros del santo, ya que,
por causas que no hemos podido determinar, finalmente el San Saturio de San
Polo no se llevó a cabo, se acabó derribando el viejo templo y construyendo el
actual en su emplazamiento original.
Huerta de San Polo (2018) en la que se pensó construir la nueva ermita de San Saturio. Autor Alberto Arribas. |
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