Desde el comienzo del Alzamiento nacional, el bando de los sublevados contó con el apoyo incondicional de Hitler y Mussolini, y que pronto enviaron a sus socios españoles apoyo logístico, tropas y material bélico con los que conseguir sus objetivos.
Hitler
tenía un especial interés en esta cesión militar pues, además de los intereses
políticos comunes que compartía con los golpistas españoles, su colaboración en
el marco de la guerra española resultaba ser el mejor laboratorio para probar y
experimentar armas y nuevas maniobras de los aviones de la Luftwaffe con los
que esperaba entrenar a sus tropas en la gran guerra que ya sabía él estaba a
punto de iniciar.
De
esta forma, con los apoyos de las fuerzas aéreas alemanas, italianas y de las
de los sublevados españoles, se creó la Legión Cóndor que extendió sus bases
por todo el territorio afín. En la provincia de Soria hubo cuatro aeródromos
militares en: Almaluez, Utrilla, La Rasa y Garray, cuyos integrantes residieron
en Soria capital en una casa al final de la calle Alfonso VIII, en cuyo jardín
ondeó una esvástica. En mayor o menor medida, los cuatro aeródromos militares
sirvieron como base para que los aparatos participaran en muchas operaciones de
guerra.
De
todas ellas, no la más sangrienta pero quizá la más conocida, fue la nominada
como Operación Rügen que tuvo lugar el 26 de abril de 1937. Aquella operación
se inició en tierras sorianas cuando un bombardero Dornier Do 17 alemán y tres
Savoia S-79 italianos despegaron del aeródromo garreño de los Negredos con
destino a Guernica, una población vizcaína en la que vivían algo más de 5.000
personas y de interés estratégico militar, pues tenía tres fábricas de armas,
pero de un innegable interés político por el valor simbólico del lugar para el
nacionalismo vasco. En el pueblo no había armas antiaéreas y estaba habitado,
sobre todo, por población civil.
Eran
poco más de las cuatro de la tarde cuando las alarmas antiaéreas de la villa
vizcaína anunciaron la llegada de los bombarderos procedentes de Garray. Acertaron
parcialmente en sus objetivos pero destruyeron un puente, la estación del
ferrocarril y la iglesia parroquial, en la que se había cobijado mucha gente.
Tras esta primera avanzadilla, siguió una cruenta ofensiva militar de cuatro
horas que asoló parte de las fábricas de armas del pueblo y que se centró,
sobre todo, en la población civil. Los pilotos de la Cóndor ensayaron y
perfeccionaron maniobras como el bombardeo en alfombra, la combinación entre
bombas explosivas e incendiarias, el ataque a las infraestructuras civiles,
como el suministro de agua para impedir que extinguieran los incendios, o el
efecto de las ametralladoras de los cazas en la guerra urbana. En total, aquel
día fallecieron un mínimo de 126 personas, en su mayor parte civiles, aunque
hay quien ha llegado a elevar la cantidad hasta las 300 víctimas, además de un
gran número de heridos. Para las fuerzas fascistas la maniobra fue un éxito
pues no tuvieron bajas y perfeccionaron algunas técnicas de ataque de las que,
poco tiempo después, Europa será testigo.
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