El
día de Año Nuevo es, más que una fecha singular en el calendario, un punto de
inflexión en nuestras vidas en el que aprovechamos para romper con lo
malo, hacer buenos propósitos y expresar nuestros mejores deseos para el
resto de seres humanos. Pero, ¿por qué lo celebramos en esa jornada y no
cualquier otro día? Pues, aunque la respuesta nos sorprenda, la razón la
tenemos muy cerca y debe constituir un motivo de orgullo y reconocimiento
para nuestros antepasados.
Desde
finales del siglo III a.C. la todopoderosa Roma había iniciado la conquista de
la Península Ibérica. Pero no fue hasta el año 153 a.C. cuando fijó sus ansias
expansionistas en la humilde Celtiberia de tierras áridas y poco productivas.
Allí se encontraron con la feroz resistencia de aquellos bárbaros y,
particularmente, con la población de Segeda que no quiso doblegarse. Roma trató
de imponerse a la fuerza y para ocuparse de ello mandó treinta mil soldados al
frente de Quinto Fulvio Nobilior. Al percatarse de la presencia de tan
formidable ejército los segedanos lograron escapar de su ciudad y fueron a
refugiarse a Numancia donde fueron recibidos como amigos y aliados. Roma no
pudo consentir el desaire y declaró el comienzo de la campaña militar que ha
venido a llamarse la Segunda Guerra Celtibérica.
Para
ocuparse de aquellos irreductibles celtíberos el Senado romano quiso enviar
cónsules de reconocido prestigio. Pero había un problema: el nombramiento y
juramento de los cónsules se producía el 15 de marzo durante la
festividad religiosa de los Idus de marzo y, por tanto, el cónsul y
su ejército llegarían a la Celtiberia al comienzo del verano, muy pocos meses
antes de que regresara el mal tiempo a esa dura Celtiberia. Así que, para tener
más tiempo de enviar tropas y preparar adecuadamente la campaña
militar, el Senado romano decidió cambiar la fecha de la ceremonia del
nombramiento del 15 de marzo, al 1 de enero. Esto obligó a modificar el calendario
legal romano. Posteriormente fue adoptado como inicio del año por el
calendario juliano (46 a.C.), y más tarde también asumido por el calendario
gregoriano (1582).
Postal de las ruinas de Numancia ediciones FITER hacia 1970. |
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