A finales de 1964, el director de los museos Numantino y
Celtibérico don Ricardo Apraiz y Buesa tuvo conocimiento extraoficial de
ciertos rumores fundados que aseguraban que el Ayuntamiento de Soria había
decidido trasladar ambos museos a otros emplazamientos como el palacio de los
Condes de Gómara, oficialmente para que ambos estuvieran juntos y hubiera más
espacio, algo que entonces y ahora sigue siendo prioridad, pero a nadie se le
escondían las especulaciones urbanísticas que convertían el solar del Numantino
en el mejor emplazamiento de la ciudad para construir, por ejemplo, viviendas
de lujo.
En un régimen dictatorial, la oposición a un proyecto oficial que
contaba con todos los parabienes del sistema era algo impensable, y de la mano
de un funcionario de alto nivel implicaba jugarse su carrera. Pero Apraiz no
pudo quedarse de brazos cruzados y, a primeros de este 1965, escribió a su
amigo, el intelectual Juan Antonio Gaya Nuño, para que moviese sus contactos e
influencias y se detuviera el proyecto.
Gaya, excombatiente republicano y represaliado duramente en su
día, tenía buenos contactos y cierta amistad con el entonces ministro de
Información y Turismo Sr. Manuel Fraga Iribarne, y consiguió también que la
Asociación Española de Críticos de Arte publicase una nota en el ABC para
mostrar su oposición al proyecto, una noticia que dio carácter público a la
amenaza, ya que ni la prensa ni la radio local se hacían eco de este tema y no
informaban del asunto. Además, cuando lo hicieron (Soria, Hogar y Pueblo
20/01/1965), fue para tomar una postura claramente a favor del traslado.
Un desesperado Apraiz habló con Gaya quien, de nuevo, volvió a
trasladar el problema a Fraga que personalmente intervino redactando una carta,
tal día como hoy de 1965, en la que le contestó que esa cuestión no es
competencia directa de su ministerio, pero que realizaría las gestiones
correspondientes para conseguir que “permanezca intacto ese famoso Museo
Numantino, símbolo de la cultura y civilización de todo un pueblo…”, algo que
leyendo entre líneas y traducido al lenguaje de la época significaba que no
podía desautorizar a las autoridades sorianas, pero que el Museo no se tocaba.
La prueba de su intercesión es que hoy el Museo Numantino ha cumplido cien años
y goza de buena salud, urbanísticamente hablando, también.
Postal del paseo del Espolón a finales de la década de 1960. Col. particular. |
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