En aquellos últimos años de la década de 1970, y entre la
inestabilidad, el paro y el terrorismo, uno de los temas políticos de carácter
nacional que aparecía con frecuencia en la primera plana de los periódicos
españoles fue la construcción de una central nuclear en Lubia y el de una
carretera en Soria. ¿Una exageración? Ya veremos cómo no. Y es que, en este año
2020, hará más o menos cuarenta años que los sorianos de a pie, y al margen de
siglas políticas o ideologías, supimos organizarnos en un movimiento ciudadano
que consiguió detener la Nuclear de Soria y la Variante Sur, dos proyectos
fallidos por decisión del pueblo soberano y sobre los que cuarenta años después
merece la pena reflexionar, no para añorar aquel valor perdido sino para
recuperarlo.
La conveniencia de que la ciudad dispusiera de una carretera de
circunvalación que evitara el tráfico rodado por el centro era una de esas
aspiraciones imprescindibles de la que se hablaba como si fuera un mito, algo
así como el túnel de Piqueras, pero realmente era imprescindible por seguridad,
ruido y conservación del patrimonio. Finalmente el proyecto de la variante
llegó en 1978, y lo que iba a ser una bendición pronto se convirtió en una
pesadilla. Ese rodeo conectaría la carretera de Zaragoza con la de Madrid
pasando junto al puente de hierro del ferrocarril y por el paseo de San
Prudencio, destruyendo así uno de los paisajes más carismáticos de la ciudad.
Parecía que era la única solución posible y no se admitían otras
opciones. Tal era el caso que la población soriana, que veía cada día los
riesgos del tráfico pesado pasando por el centro de la ciudad, no se opuso al
proyecto, y el Ayuntamiento, todos los partidos que lo formaban, los
sindicatos, los empresarios,... todas las fuerzas vivas lo secundaron. Bueno,
todos no. Unos cuantos, lo iremos viendo a lo largo de esta sección poco a
poco, no se conformaron y con la ayuda de algunos intelectuales de la época
lograron convencernos de que otra solución sí era posible.
El asunto adquirió interés nacional y pronto comenzaron a rodar
cabezas políticas. La primera, en este día de 1980, correspondió al ministro de
Cultura don Manuel Clavero Arévalo que, está claro que no fue el único motivo, era
contrario al proyecto defendido por su gobierno de la UCD al entender la
barbaridad que se pretendía. Lo malo fue que su sustituto fue un hombre
incondicional del partido, el inefable Ricardo de la Cierva y Hoces, un
controvertido historiador, catedrático y editor, amigo íntimo de Juan Ignacio
Sáenz Diez de la Gándara, entonces diputado y concejal de UCD en el
Ayuntamiento de Soria, que pronto fue nombrado asesor personal del ministro.
El nuevo ministro no tuvo dudas y defendió sin duda alguna la
postura oficial del Gobierno a favor de la Variante Sur y, aunque llegó a
actuar y tomar decisiones contra el patrimonio soriano, finalmente pudimos
pararle los pies. Ya lo veremos, ya. Mientras tanto, seguid disfrutando del
paseo de San Saturio imaginado lo que sería con semejante carretera.
Paseo de San Saturio en 2006. Fotografía A. Arribas. |
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