Veintiséis años antes las monjas clarisas del soriano monasterio
de Santa Clara se vieron obligadas a abandonar sus instalaciones cuando iglesia
y convento les fueron incautados para convertirlos en fuerte militar. Tras un
peregrinar de varios años a través de varios palacios y casonas que les cedían
temporalmente, aquellas monjas se empeñaron en seguir en su ciudad y
consiguieron que les cedieran el que había sido monasterio masculino de frailes
dominicos junto a la ermita de Santo Tomé o de Santo Domingo y que estaba
abandonado, pero este edificio estaba en muy mal estado y las monjas habían
perdido la mayor parte de aquellos privilegios y prerrogativas económicas que
habían disfrutado durante siglos por deseos de reyes y nobles.
Pero, aquellas testaduras monjas, dirigidas por la abadesa doña
Manuela Gutiérrez, se resistieron a marcharse de la ciudad y, con grandes
dificultades, consiguieron dinero para comenzar unas pequeñas obras que,
culminadas y abonadas finalmente tal día como hoy de 1860, les permitieron
solventar las reparaciones más urgentes. Fue el primer paso que evitó la más
que probable desaparición de aquel antiguo convento dominico hasta convertirlo
hoy en una moderna instalación conventual dotada de dependencias monásticas,
jardines y una pequeña industria repostera que hace las delicias de sorianos y
forasteros, y que han convertido al convento soriano en uno de los cenobios que
más vocaciones sigue atrayendo en todo el país.
Puerta principal del actual convento de monjas clarisa. Fotografía A. Arribas. |
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