Pero este espectáculo también debía ser poco edificante a finales
del siglo XIX. En esta jornada de 1880, una serie de vecinos agrupados en una
Sociedad Protectora de Animales y Plantas de la provincia de Soria, y
representados en la figura de su presidente don Rafael Trillo Figueroa y
Sevilla, antiguo alcalde de la ciudad y gobernador civil de la provincia,
remitieron un escrito al Ayuntamiento de Soria quejándose del maltrato que
recibían los animales, solicitando la supresión de este festejo y su
modificación de forma que se celebrase dentro de la plaza de toros. El escrito,
que recogieron en su boletín social, se quejaba además de lo peligroso de
correr los toros enmaromados por las calles y de la molestia que esa acción
suponía a los vecinos en horario de reposo, pero, sobre todo, se quejaba de «el
mal trato que se dá à las reses á pesar de los prevenido en el art.10 del
Apéndice núm. 3 de las Ordenanzas Municipales, y del celo de los Jurados de las
cuadrillas por evitarlo; la M. I. Corporación comprenderá, nada favorable dice
de la cultura que distingue á la generalidad de estos sensatos habitantes por
más que se escude en la tradicional costumbre legada por nuestros
antepasados…». La nota del boletín de la Sociedad Animalista no tiene
desperdicio para conocer el desarrollo de las fiestas y nos dice, por ejemplo,
que se habían acometido ciertas reformas «para quitar lo que repugnaba al
progreso», refiriéndose al parecer a los bailes de la madrugada del Sábado Agés
delante del santo titular en las casas de los jurados.
Dos días después, el 28 de enero, el alcalde contestó que no podía
acceder a lo solicitado pero que reforzaría la vigilancia para el estricto
cumplimiento de las Ordenanzas y que el toro no sufriera, si bien reconocía
cierta flexibilidad al aplicar la norma para no ponerse en pugna con la
sociedad soriana. En el escrito de contestación se ofrecen comentarios
interesantes como que los bailes de la madrugada del sábado se habían
suspendido de unos años a esta parte para evitar «cierto género de abusos á que
se daba pábulo, limitando también la referida corrida de toros hasta la siete
de la mañana, hora en que se generaliza el movimiento de población».
Dibujo de José Casado en una tira cómica recogida en la revista ilustrada “Fiestas de San Juan” (1897). |
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