Uno de los temas más seguidos y comentados por nuestros seguidores en esta sección es todo lo relacionado con la Guerra de la Independencia, y es que parece que todavía debemos tener una especie de sentimiento atávico marcado en nuestro inconsciente que nos ha marcado durante generaciones sobre este asunto, lo que hace que sigamos mostrando interés hacia ello.
Por activa y por
pasiva, hemos referido las consecuencias de la francesada en muchos edificios, en
el Castillo y en las murallas de la ciudad. Pero hemos de reconocer que poco,
muy poco hemos referido el desarrollo de la Guerra y de sus consecuencias en
otras poblaciones importantes, como Almazán, y salvo algún estudio de José
Ángel Márquez conocíamos pocas investigaciones específicas. Hoy venimos a
corregir es vacío gracias al estudio de uno de los seguidores de esta sección,
el catedrático José Luis Gómez Urdáñez, quien junto con José María Espinosa de
los Monteros escribieron el trabajo: “Almazán durante la guerra de la Independencia”, y lo pusieron a disposición de todos los usuarios en internet.
En ese trabajo,
página 32, los autores recuerdan que la primera medida adoptada por el
Ayuntamiento constitucional de Almazán fue la de elaborar un informe sobre los
desastres causados durante la Guerra de la Independencia y que este, terminado
el 29 de octubre de este 1812, recogía que Almazán había sufrido tres saqueos
generales y otros particulares, cuatro incendios y toda clase de vejaciones a
los vecinos; se habían “hecho cenizas” 177 casas, no había ganado, pues había
sido sacrificado, mientras en numerosas ocasiones el pueblo había sido
abandonado en masa. El pueblo, que había llegado a tener 600 vecinos, “de ellos
parte opulentos, algunos más de bastantes conveniencias y muy poco en
indigencia”, estaba en el momento en la desolación, “la mayor parte en estado
de mendicidad”.
Ante esta
dramática situación, unos meses después el general Durán, en ejercicio de su
cargo de jefe político de la provincia de Soria, avaló las peticiones de los
adnamantinos e informó favorablemente a sus superiores sobre la petición de
exención de contribuciones y amortización de deudas, y además proponía que en
la plaza de la villa “se erija un sencillo monumento que transmita a la
posteridad la constancia, fidelidad y patriotismo de dicho pueblo”, y que se le
concediera el título de Ciudad.
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