El 16 de octubre de 1881 la Comisión Provincial de Monumentos elevó a la Dirección General de Instrucción por primera vez una propuesta de declaración de Monumento Nacional para tres monumentos de la provincia: el antiguo monasterio de San Juan de Duero, las ruinas de Numancia y el monasterio de Santa María de Huerta.
Esta solicitud fue
ratificada por la Real Academia de la Historia y por la de Bellas Artes de San
Fernando, y en un plazo de tiempo sorprendentemente rápido (la declaración de
San Saturio sólo lleva pendiente de resolución treinta años), el 25 de agosto
de 1882 fue aprobada esa triple propuesta mediante la correspondiente Real
Orden.
Del primero ya
hemos hablado ampliamente hace poco por lo que no nos detendremos más. Numancia
llevaba veinte años descubierta y puesta en el mapa por Eduardo Saavedra quien
en esos años trataba de que la Administración Central indemnizara a los
labradores del Cerro de la Muela y dejaran de labrarlo pues a cada pasada de
arado destrozaban un poco más el conjunto. Pero probablemente sería el
monasterio de Huerta el que estuviera más necesitado de ese grado de
conservación pues, desde la desamortización de 1835, había sido robado,
saqueado y asaltado, y como ahora, sufría de cuando en cuando el efecto de las
crecidas del Jalón.
Desde entonces y
hasta hoy, el catálogo de Bienes protegidos de la Junta de Castilla y León en
la provincia de Soria ofrece un total de 338 lugares o edificios calificados
como Bien de Interés Cultural, una lista que nos gustaría se siquiera ampliando
pues sobran elementos que merecen estar ahí, y que, a cambio de garantizar el
acceso del púbico de cuando en cuando, ofrece unas ventajas fiscales y una
protección que obliga a sus propietarios a conservarlos. Eso, al menos en
teoría.
Portada principal de la iglesia monacal de Santa María de Huerta por Juan Cabré hacia 1916. |
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