El 14 de octubre de 1907 se fecha la Real Orden del ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes por la cual se recogía la donación del vizconde de Eza al Estado de varias fincas de su propiedad en el cerro de la Muela, lugar donde estuvo Numancia, “á fin de que la Nación sea dueña de aquel glorioso lugar… La generosidad del Sr. Vizconde de Eza y el acendrado patriotismo que demuestra su desprendimiento merece ciertamente la gratitud de todo buen español amante de las épicas tradiciones de nuestra historia”.
Aquella donación
resultó muy loable sobre todo por lo que significó en una época en la que se
valoraba tan poco la trascendencia de Numancia. Esta superficie era empleada
como terreno agrícola y su acción facilitó mucho los trámites expropiatorios ya
iniciados en febrero por la Subsecretaría de Bellas Artes del Ministerio de
Instrucción Pública y por la Real Academia de Historia, expropiación forzosa por
lo que le habrían pagado poco, tarde y mal.
Más de un siglo después resulta complicado afirmarlo con toda seguridad pero, aunque el VIIº vizconde don Luis de Marichalar y Monreal conociera de primera mano los procedimientos administrativos expropiatorios, a través de la prensa provincial podemos hacernos la idea de que era un filántropo, un tipo usualmente generoso dispuesto a la caridad, y a buen seguro que si sus tierras en el cerro de la Muela se valoraron en unas cuantas pesetas, su honor no tenía precio, y donándolas obtuvo algo mucho más valioso que dinero, ganó dignidad para él y sus descendientes. Si es que ya lo dijo Quevedo primero y Machado después, «Sólo el necio confunde valor con precio».
Visita de la familia del Conde de la Puebla de Valverde a Numancia. Garray, en torno a 1910. AHPSo, Archivo Fernando Villar. |
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