En esta triste jornada de lo que debería ser un día de fiesta, qué mejor ocasión para recordar al malogrado novillero soriano, Vicente Ruiz Sainz, “el Chinche”, que tal día como hoy de 1935, Viernes de Toros, sufrió un varetazo del novillo de San Miguel que le costó la vida a los 23 años de edad.
Las crónicas de la prensa de la época recuerdan que aquel día
en la plaza de toros de San Benito no cabía ya ni un alma, «De asientos sólo quedan los del tejado» dice
El Noticiero de Soria del 1 de julio y, que como siempre, hacía mucho calor que
exacerbaba los ánimos de los presentes. El concejal Aurelio de Marco presidía
el espectáculo en él se lidiaron seis novillos de Orive de Villavieja de Yeltes
(Salamanca) a cargo de José Vizcaíno, Antonio Garriches y el novillero local
Vicente Ruiz que, en principio, no estaba incluido en la terna pero que ante la
insistencia del jurado de la cuadrilla de San Miguel, Samuel Jiménez, la
Comisión de Festejos decidió incluirle para la celebración de los espectáculos
de mañana y de tarde.
Tras desarrollarse el espectáculo sin
incidentes dignos de mención, Vicente toreaba el segundo de su lote
correspondiente a la cuadrilla de San Miguel y tras haberlo brindado, al poco
de coger los trastos de matar, el animal le dio un golpe y lo dejó en el suelo
inconsciente. Todos los presentes se asustaron pensando en lo peor, una
cornada, pero no había herida y fue sólo un golpe, un varetazo dado con el asta
pero suficientemente intenso para que el doctor Íñiguez lo condujera a la
enfermería de la plaza. Tras la exploración le prohibió regresar al albero y le
mandó a descansar en su domicilio familiar en la cercana calle Ferial.
Por la tarde la fiesta continuó sin
Vicente, que fue sustituido por sus dos compañeros de la mañana, y aunque había
noticias alarmantes como que había tenido vómitos de sangre en su casa, nadie
se alarmó. Según la prensa local, aquella noche y mientras la ciudad bullía en
fiestas, Vicente fue operado en más de una ocasión por doctores amigos suyos y fue sometido
a dos transfusiones con sangre de su hermano.
El sábado por la mañana las noticias hablaban de su gravedad
pero eran optimistas por lo que sorprendió mucho que, ya por la noche y en
plena celebración de la verbena del Sábado Agés, se extendiese como la pólvora
la noticia de que Vicente había muerto.
La fiesta, con poco ánimo imaginamos, siguió celebrándose al
día siguiente con desfile, prueba de la autoridad, reparto de la caldera de los
pobres y lidia, cuyo matadores llevaron lazos de luto. Ellos y los amigos del
finado fueron los encargados de sacar su ataúd el Domingo a las siete de la
tarde y llevarlo a enterrar al cementerio del Espino en medio de una
muchedumbre que el periódico Labor del día siguiente estimó en unas cuatro mil
personas.
Francisco García Muñoz le dedicó dos pasodobles,
uno de ellos puede escucharse gracias a Nuestras Fiestas de San Juan que lo
colgó en su canal de youtube.
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