No tenemos la constancia documental pero, casi seguro que, aquel año tampoco hubo fiestas de San Juan en la ciudad, pues el Común de Vecinos no tendría gana de celebrar las fiestas de San Juan, de la Madre de Dios o de la Boda de Santa María, como más parece que se las conocía entonces.
El
rey legítimo, Pedro I, había sido asesinado tres meses antes por el bastardo
Enrique II, gracias a la colaboración del mercenario Bertrand Du Guesclin, o Duguesclain
(aquel del “Ni quito ni pongo rey…”), que en pago a sus servicios mercenarios
había recibido algunas villas, lugares y fortalezas, entre ellas la plaza de Soria
y su castillo en calidad de señorío. Sería hacia mayo o junio cuando sus
tropas, una cuadrilla de bribones sin escrúpulos y saqueadores despatriados,
pero curtidos en mil batallas, llegaron a la ciudad para tomar su Castillo y,
ante la negativa de los sorianos a rendir la plaza, los mercenarios tuvieron
que tomarla por la fuerza quemando el arrabal de la ciudad como castigo.
Por
la fuerza bruta se apoderó de la ciudad, aunque no de los corazones de los
sorianos a lo que se trató de ganar concediendo, tal día como hoy, una carta
privilegio dirigida al Cabildo de la colegiata de San Pedro de Soria en la que confirmaba todos los privilegios que le habían
concedido previamente los monarcas castellanos, un documento que, por cierto y
concretamente, ofrece la forma «Cibdat»
en vez de la de villa como el rey Pedro había hecho antes en alguna ocasión.
La
confirmación de aquel privilegio no sirvió ni mucho menos para congraciarse con
los sorianos que se rebelaron contra el francés y contra su propio monarca, el rey
bastardo Enrique, y prefirieron sublevarse y luchar antes que ceder. Al final, y
viendo la obstinación de aquellos testarudos sorianos que preferían inmolarse
antes que ser súbditos de un mercenario francés, el rey tuvo que deshacer lo
pactado, devolver la ciudad de Soria y el resto de lugares concedidos a la
dependencia real e indemnizar generosamente a du Guesclain por las molestias
con 300.000 doblas de oro, una cantidad que algunos estiman en unos 1.300 kilos
de oro, una cantidad importante que fue el precio de la libertad de los
castellanos, y entre ellos el pueblo soriano, que no se postraron ante ningún
señor.
Bertrand Du Guesclain, héroe francés. Imagen tomada de elhistoricon.blogspot.com |
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