Este año tenemos más claro que nunca que las fiestas de San Juan o se celebran bien o no se celebran, pues para andar a medias o no pudiendo cumplir lo que los usos y costumbres mandan, pues mejor nos quedamos en casa y no celebramos fiestas. Pues consolémonos que eso mismo pensaban nuestros antepasados de hace doscientos años y que estuvieron a punto de suspender las de 1822.
En esos años la situación política, económica y social del país
estaba un tanto delicada, y a las autoridades del reino no se les ocurrió otras
cosas que para no hacer derroches, prohibir los refrescos, obsequios y agasajos que con
fondos del Común, las Cofradías o Ayuntamientos acostumbraban a dar a sus
cofrades o vecinos en las fiestas y solemnidades religiosas.
El jefe político de la provincia, Bernardo
de los Ríos, trasladó de inmediato el Decreto al Ayuntamiento de Soria y
convocó en una reunión a los alcaldes de la ciudad (aquel año había dos) y a
los de barrio, proponiendo reducir las fiestas de San Juan con sus
correspondientes excesos, a una corrida de novillos y la caldera para los
pobres el Domingo de Calderas. Los alcaldes de barrio, que ya estaban un poco
hartos por los problemas que estaban teniendo esos años para correr los toros,
se abstuvieron de opinar y le dijeron que le darían una contestación la cual llegó el día 21 de junio cuando le trasladaron
que no aceptaban esa reforma y que preferían no celebrar fiestas.
Oficialmente nada más sabemos pero sería
interesantísimo conocer los detalles de lo que en realidad pasó esos días, pues
lo que ocurrió es que al final el Sr. de los Ríos cedió y las fiestas se
celebraron sin incidentes.
Portada de la revista ilustrada Fiestas en Soria, nº 4 junio de 1900, dibujo de José Alfonsetti, col. particular. |
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