A lo largo de la primavera de este año el obispo de Osma Juan de Palafox y Mendoza, antes arzobispo y virrey en Méjico, sufrió una intensa crisis de las fiebres tercianas que padecía desde sus expediciones americanas, pero de un cariz tan grave que presintió la inminencia de su muerte y mandó elaborar su lápida funeraria en la que sólo quedó en blanco la fecha de su muerte, y el testamento con sus últimas voluntades que firmó tal día como hoy de 1659.
Como
apenas tenía bienes materiales, tan sólo deudas y lo básico para malvivir, más
que legar bienes lo que hizo fue disponer una serie de instrucciones de lo que
debía hacerse con sus restos al morir y que se reducían a ser enterrado en la
parte más pobre de la catedral burgense, allí donde se enterraba a los mendigos
y donde todos pisaran su lápida, disponiendo también que antes de ser enterrado
le sacasen del pecho el corazón y lo pusieran en una placa de plata con los
nombres grabados de Jesús, José y María.
No erraba mucho sus estimaciones pues tres
meses después murió, y el clero y en general todo el
pueblo burgense le consideró ya un santo decidiendo desobedecer los deseos del
obispo en cuanto a su enterramiento y le sepultaron en la capilla mayor de la
catedral de donde pasó a su ubicación actual en la capilla construida
exclusivamente en su honor.
Pronto se inició su proceso de
canonización que desde el principio causó una gran controversia. Por una parte,
sus defensores alabaron sus virtudes recogidas en sus libros y en los actos de
caridad que realizó como obispo de Puebla de los Ángeles, donde destacó como
defensor de los derechos humanos de los indígenas y donde fundó la primera
biblioteca de América. Sus enemigos, sobre todo los jesuitas, le acusaron de “hereje, alumbrado e iluso, falso devoto e
hipócrita” en los tribunales inquisidores de Roma, Madrid y Méjico, y
consiguieron que algunos de sus libros estuvieran prohibidos durante algún
tiempo.
En 2011, el proceso de canonización dio un
gran paso adelante al declararle beato, pero aún no el definitivo para subirlo
a los altares.
Litografía de Juan Palafox y Mendoza en la obra Autores Españoles. |
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