Don Rodrigo Jiménez de Rada era entonces, a sus
53 años de edad, arzobispo de Toledo, historiador, diplomático… Uno
de los hombres más poderosos de Castilla que, desde esta importante posición
económica y social, el 31 de julio de 1223 decidió donar al monasterio de Santa
María de Huerta, en el que pedía ser enterrado, los lugares de Bliecos,
Boñices, Alentisque y Taroda con sus palacios.
Con el dinero de esa donación los frailes pudieron
culminar las obras de construcción del refectorio que en esta fase parece que
fueron terminadas por un maestro cantero del norte de Francia o de la
Borgoña, quizá también artífice de otras obras en el monasterio burgalés de Las
Huelgas y en las catedrales de Cuenca y Sigüenza, y que probablemente construyó
entonces la cocina anexa.
El refectorio de Huerta es una sala muy conocida
pues ha sido empleada como estudio cinematográfico de varias producciones
cinematográficas de carácter histórico y a su lado se encuentra la no menos
meritoria cocina que nos hace viajar en el tiempo e imaginarnos los monjes
medievales entre pucheros.
Si alguien no lo conoce una visita a Santa María de Huerta no es que sea recomendable, es que es obligatoria para cualquier persona que se precie de que le interesa el Arte y la Historia.
Refectorio del monasterio de Santa María de Huerta (Soria). |
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