Que el poder envilece y corrompe no es nada
nuevo, y si para conseguirlo hay que pactar con el enemigo y traicionar a los
propios, tampoco. Hombre, lo que parece que sí ha cambiado es que esas ansias
por mandar ya no llevan a ningún político a asesinar al que manda en su partido
y ya sólo, de forma metafórica, se pide su cabeza en un congreso. Pero hace mil
años las cosas eran de forma muy diferente y la pérdida de la cabeza era
literal.
En esta época, el proceso de la Reconquista
cristiana estaba en pleno auge pero ambos bandos estaban muy divididos entre
ellos mismos pactando con los enemigos según los intereses personales más que
los comunes. El general cordobés Galib estaba enfrentado con su ambicioso yerno
Abi Amir y había pactado con sus antiguos enemigos, el conde castellano Garcí
Fernández y el rey navarro Sancho II Abarca, para que le ayudasen a derrotar al
marido de su hija Asma.
El 10 de julio Galib se encontraba en el lugar
conocido como Shant Bichant o Sant Biyant. Topónimo hoy desaparecido del que no
sabemos nada más que estaba en las inmediaciones de Torrevicente. Allí fue
derrotado y asesinado por su yerno que así obtuvo el poder absoluto pues el
entonces califa cordobés Hisham II era un títere suyo y el único que le
plantaba cara era Galib.
Lo lógico habría sido enviar un simple correo
comunicando la noticia de la muerte de Galib, pero Abi Amir tenía métodos más expeditivos
y para que no cupiese duda le envío a su esposa Asma un cesto con la cabeza de
su padre.
Parece que el regalo no impactó mucho a la
cordobesa pues ni el suegricidio ni las continuas infidelidades de Abi Amir
llegaron a enfrentar al matrimonio que duró para siempre como el poder absoluto
que tuvo hasta su muerte Abi Amir, que sin oposición entre sus filas decidió
cambiarse el nombre y desde entones pasó a llamarse Al-Mansur bi-Allah (El Victorioso por Alá); más conocido y temido en la
Cristiandad por la forma romance Almanzor.
Busto de Almanzor en la villa de Calatañazor (Soria).
Fuente foto: condadodecastilla.es
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