En esta jornada
casi de reposo tras varios días de fiesta desbordada podemos dedicar unos
minutos a saber algo sobre la historia propia de las fiestas de San Juan y
pensar si estas fiestas de ahora tienen algo que ver con las de antaño pues
según sugieren algunos documentos antiguos, aquellos sanjuanes eran poco menos
que un frenesí de orgías y bacanales, algo que ni ahora ni antes sería así.
Recién
terminadas las fiestas de 1862 el gobernador civil de la provincia señor
Eduardo Capelartegui debió quedar traumatizado por el cambio que experimentaban
los sorianos durante la celebración de las fiestas de San Juan a las que
calificaba poco menos que de festejos paganos, escandalosos e inmorales, por lo
que en estas fechas remitió al Ayuntamiento de Soria un escrito en el que
ordenaba la reducción y transformación de los festejos para así preservar la
moralidad cristiana, disminuir los días no laborales “que habitúan a la holganza”, eliminar los toros enmaromados por el
sufrimiento dado a los animales y por inmoral. Ordenaba también eliminar la
exposición de las imágenes de los santos en la cuadrilla durante la noche del
sábado. Según su disposición las fiestas durarían dos días, el 29 de junio día
en el que se lidiarían dos toros y el 3 de julio día en el que se repartiría la
caldera.
El entonces
alcalde de Soria, sr. Bernardo Loygorri, empleó la misma táctica que han usado
casi siempre los sorianos ante estas prohibiciones: ni acatarlo ni negarlo. Simplemente
dejar pasar el tiempo hasta que se olvide todo. Y las fiestas se volvieron a
celebrar aunque para cubrirse las espaldas recurrió la decisión superior
comunicándole, con otras palabras, que las fiestas no se tocan que para esas
cosas los sorianos son muy suyos y que ante cualquier cambio insignificante se
podía montar la de San Quintín o la de Numancia -que aquella sí que fue mala-.
No sabemos si el
gobernador se echaría atrás al reconocer esa fiera que los sorianos llevamos
dentro cuando nos tocan las fiestas, si fue depuesto por algún cambio de
gobierno o si se convirtió al final en un sanjuanero más. Si sabemos aquel
enésimo intento de cambiar las fiestas quedó en papel mojado.
Fotocomposición sanjuanera fechada hacia 1930 por López Sánchez. |
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