El 28 de julio de 1926 comenzó a celebrarse, en
la Audiencia de Soria, el juicio por la muerte del torero Juan Anlló, el Nacional
II. Un juicio mediático que atrajo el interés de todo el país ansioso de
noticias luctuosas y morbosas.
Todo comenzó unos
meses antes, durante la corrida de toros de las fiestas de San Saturio cuando
un grupo de jóvenes sorianos pitaron al torero Emilio Méndez que hacía lo que
podía con su pésimo lote. Entre el público, vestido de calle, estaba Juan Anlló
viendo torear a su compañero y salió en su defensa iniciándose una violenta
pelea en la que alguien le dio un botellazo en la cabeza al torero y este se
defendió a bastonazos. El torero y el espectador fueron reducidos por la
policía y conducidos a la enfermería para ser explorados y atendidos. Se culpó
de ello al soriano del público, aunque nunca quedó bien aclarado quien fue el
que le dio el golpe.
En principio, el soriano fue remitido a casa por parecer su estado reservado y a Nacional se le dejó salir a la calle por no apreciarse lesiones de importancia. Pero al salir continuaron las broncas e incidentes entre los amigos de ambos con lo que al final Juan Anlló fue enviado al juzgado y de ahí a la cárcel provincial, hoy Palacio de la Audiencia.
En principio, el soriano fue remitido a casa por parecer su estado reservado y a Nacional se le dejó salir a la calle por no apreciarse lesiones de importancia. Pero al salir continuaron las broncas e incidentes entre los amigos de ambos con lo que al final Juan Anlló fue enviado al juzgado y de ahí a la cárcel provincial, hoy Palacio de la Audiencia.
Allí detenido, los guardias que le custodiaban en el calabozo afirmaron
que el torero estaba muy nervioso, se arrancó los vendajes y se dio de cabezazos
contra los muros del calabozo. Pronto el
torero solicitó asistencia médica pues no se encontraba bien. Los médicos le
atendieron en la prisión y el juez no le permitió salir para ser examinado al
hospital. Al día siguiente su estado empeoró, perdió el conocimiento y se
permitió el traslado a su alojamiento en el Hotel Comercio donde fue operado de
urgencia por un médico venido expresamente de Madrid que le practicó una
trepanación para aliviar la presión intracraneal producida por una hemorragia
cerebral consecuente a los golpes recibidos. Pero la medida no fue suficiente y
el torero murió a primera hora de la tarde del 6 de octubre de hace ochenta y
nueve años.
Al poco se inició la
investigación judicial y los interrogatorios. La prensa nacional y escritores
como Ernest Hemingway juzgaron y condenaron a todos los sorianos en general que
quedamos como unos paletos, bárbaros y asesinos, los más brutos del país,
iniciándose así una leyenda negra que perduró muchos años. Una de las medidas
adoptadas por la Asociación de Matadores de Toros fue la de negarse a firmar
contratos para torear en Soria, con lo que la plaza de Soria quedó vetada hasta
1927.
Como ejemplo de esta
campaña de desprestigio, un año después del incidente el soriano de adopción y
periodista don Antonio Zozaya escribía en la revista Mundo Gráfico que «… un
grupo de devotos del torerismo y de la majeza quisieron presentarla (a Soria) á los ojos de los españoles de todas las
provincias restantes como iracunda, brutal y homicida. Ante los Tribunales de
Justicia la verdad ha resplandecido. La muerte de Nacional II (hay ya dinastías cirquenses) fue un suceso
vulgar, lamentable por causar la muerte de un joven valiente y pundoroso como
Anlló y fue consecuencia de una violenta riña tumultuaria, en que los
verdaderos sorianos no tuvieron arte ni parte. Ni el fiscal, ni los acusadores,
ni uno solo de los letrados que han intervenido en el proceso se han hecho eco
de las miserables calumnias que ofendieron á la vieja Numancia». Continúa su artículo alabando el
nivel cultural de los sorianos cuyo nivel de escolarización de niñas es el más
alto de las capitales de España, y eso en una provincia ya entonces olvidada
por las autoridades pues carece de muchos servicios públicos e infraestructuras
necesarias, pero no de escuelas cuya construcción y dotación correspondía
entonces a cada municipio pero que a menudo construían y dotaban los propios
vecinos.
La sentencia se leyó el 19 de noviembre. En su día
la comentaremos.
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