La lección de historia de hoy se la queremos
dedicar a nuestros representantes políticos. Y es que vamos a seguir haciendo
hincapié en el asunto del que hablábamos ayer: el del portazgo. Esto no era sino
la concesión de un privilegio especial que otorgaban los monarcas castellanos
para favorecer a zonas tradicionalmente discriminadas para favorecer su
desarrollo económico y social.
Desde que les fue concedida por el rey Alfonso XI,
en 1347, los carreteros de la Comunidad de Yanguas estaban exentos de pagar el
impuesto local de portazgo y almojarifazgo en todas las poblaciones del
reino castellano salvo en Toledo, Sevilla y Murcia. Lo que viene a significar
que salvo en esos lugares sus transportes se ahorraban esos importantes pagos
para disgusto de las entidades locales de Castilla que se resistían a esos importantes
ingresos y que, a menudo, desobedecían obligándoles a los de Yanguas a pagar.
Éstos, sin inmutarse, abonarían las tasas correspondientes y acudirían a la
justicia de la Chancillería de Valladolid que siempre les dio la razón. Como la
sentencia que se dio a conocer tal día como hoy de 1504 en la que el concejo de
Lebrija dictaminó a favor de los yangüeses
y les impuso
la multa de cincuenta mil maravedíes.
Este derecho real de
portazgo favoreció un gran impulso económico ya que como los arrieros yangüeses
se ahorraban aquel impuesto, muchos de sus vecinos se dedicaron a esta
actividad que se convirtió en fundamental para la base de la economía de
Yanguas. Existió un camino desde la Mancha a Andalucía llamado “Camino de los
Yangüeses” y que sería aquel en el que don Quijote tuvo el desagradable
encuentro con los yangüeses que narra Cervantes en el capítulo XV de su más
famosa obra.
En Yanguas también se
dedicaron a la ganadería de ovejas merinas al ser tierra muy favorable para su
cría y ambas actividades económicas favorecieron el desarrollo de una industria
pañera que propició una época de oro en Yanguas.
Este ejemplo y otros que
ya hemos visto, nos hacen comprobar como las ventajas fiscales en zonas pobres
y deprimidas lograron asentar su población. Nos resulta imposible dejar de comparar
esas situaciones con lo que acontece hoy en la provincia de Soria lo que nos
lleva a reflexionar si no va siendo ya hora de aplicar alguna medida de este
tipo para evitar la despoblación rural.
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